“El humano es para los animales un depredador más”

Comparte

Una investigadora de la UNSJ y del Conicet habla del comportamiento animal y de las razones de los nuevos paisajes bucólicos en la cuarentena, con retornos que antes no se daban.

 

Por Fabián Rojas

Ya ha sido materia incluso de medios de comunicación nacionales el retorno de animales a sus hábitats naturales en un tiempo ahora manso (aunque cada vez menos), cristalizado gracias al escaso movimiento de la civilización por el confinamiento al que obligó el Coronavirus. En San Juan, por caso, está la vuelta de guanacos y zorros en Ischigualasto y en otras áreas. Siempre se vieron, pero en estos días se vieron más, en manada o solos, pero confiados. Se trata, ni más ni menos, de la confianza de los animales al saber que el humano no está cerca. “Los humanos somos para los animales como un depredador más. Los animales gastan mucho tiempo vigilando cuando hay humanos cerca de ellos”, dice Stella Giannoni, docente de Biología de la Universidad Nacional de San Juan e investigadora Principal del Centro de Investigaciones de la Geósfera y la Biósfera (CIGEOBIO) CONICET – UNSJ.

 

Perturbaciones

Por sus diferentes actividades, productivas e improductivas o incluso directamente dañinas, como la caza furtiva, el humano va en franco avance sobre áreas cuyos “dueños” eran los animales. “Siempre hay zorros que se acercan al Observatorio ‘Ulrico Cesco’, de Barreal; en cambio es más raro que se acerquen guanacos, que sí lo hacen hasta el CASLEO (Complejo Astronómico El Leoncito), que está a cinco kilómetros. Pero ahora los guanacos están apareciendo cerca del Cesco y yo ahí nunca los había visto. Supongo que es por lo que no hay ruidos de camiones, de vehículos, por lo que se ha detenido el proyecto del Radiotelescopio”, cuenta Ricardo Podestá, director del Observatorio Astronómico “Félix Aguilar”, de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (FCEFN) de la UNSJ. “Además de guanacos y zorros, hay muchos animales donde hay construcciones humanas, pero van abandonando esos lugares justamente por la presencia de los humanos. Todas las actividades humanas producen perturbaciones en la fauna y en la vegetación. Es decir, que existe una interacción negativa entre los humanos y la fauna. Y esto se da porque los animales perciben a los humanos como estímulos negativos, sobre todo porque los humanos cazan, por ejemplo, zorros, guanacos, ñandúes. Entonces los humanos somos para los animales como un depredador más. Los animales gastan mucho tiempo vigilando cuando hay humanos cerca de ellos”, afirma Giannoni.

 

Por las rutas

Mónica Sosa es guardaparques en la zona de El Leoncito. Dice que en estos meses de cuarentena no ha observado por esos lugares más cantidad de animales (guanacos, pumas o zorros) que los que observa normalmente. Sin embargo, lo que sí sostiene es que en las rutas entre Barreal y Calingasta siempre se vieron algunos zorros, pero que en estos días aparecen muchos más. “Lo que se ve en las rutas se debe a la pandemia porque hay menos circulación de vehículos, entonces es probable que los animales utilicen las zonas próximas a las rutas o inclusive las mismas rutas”, explica la bióloga Giannoni. “Las rutas son utilizadas como vías de circulación de animales de gran porte, como los Guanacos Suri. Nosotros caminaríamos por la banquina y no por el monte, porque es más fácil. Los animales hacen lo mismo que las personas”, añade.ZORRO_Foto Osvaldo Ibazeta

 

Aprendizajes

Desde el CIGEOBIO, centro que pertenece a la FCEFN, Giannoni comenta que una de las maneras con que los biólogos evalúan rápidamente si una población de guanacos, de zorros u otros animales son cazados o no, es la “distancia de huida”. Se trata de la distancia a la cual los animales permiten que un depredador se acerque sin que ellos huyan. “Si la distancia entre el humano y el animal es muy grande y el animal escapa, eso significa que tiene miedo. Podemos ver en Ischigualasto que los zorros y los guanacos están muy cerca de los humanos dentro del área protegida porque ahí no se caza, entonces la distancia ahí es muy corta. Pero fuera del área protegida, la distancia de huida es mucho mayor. Este es un comportamiento de los animales aprendido y lo aprenden aquellos que sobrevivieron a un estímulo negativo”, define.

En las zonas en las que hay obras civiles, no es que los animales se hayan ido mucho más lejos, sino que se encuentran en los alrededores, vigilando a los humanos. “Cuando la frecuencia de uso (de los lugares) de los humanos aumenta, lo que se da es una pérdida de hábitat. En el Parque Ischigualasto ocurre con los guanacos algo similar: cuando dejamos de frecuentar estos lugares, los guanacos vuelven a su antiguo hábitat”, señala la investigadora.

Giannoni repasa que entre humanos y guanacos existe una interacción de caza antigua: ya los pueblos originarios los utilizaban para su subsistencia como fuente de proteínas. “Lamentablemente ahora, fuera de las áreas protegidas, se siguen cazando, entonces los guanacos aprenden que, fuera de esas áreas, los humanos somos un depredador más, por eso es difícil verlos fuera de las áreas protegidas. Dentro de ellas, no le temen al humano en cuanto al estímulo de cacería, pero sí cuando los vehículos en la Ruta 150, por ejemplo, circulan a alta velocidad o se trata de vehículos de gran porte, porque les molesta las vibraciones del asfalto, lo perciben como estímulo negativo. Ahora que la presencia humana es muy baja, es mucho más fácil ver a los guanacos en la Ruta 150 o en circuitos turísticos. Si la gente quiere ver animales debe transitar por los circuitos despacio, en silencio, porque los animales están, ellos nos vigilan a nosotros”, reclama la científica.

 

Imágenes: Osvaldo Ibazeta