Gratuidad e Igualdad

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¿Es suficiente con la gratuidad de la enseñanza en un país en el que no hay igualdad de oportunidades?  ¿Es suficiente que la universidad sea pública y gratuita en un país donde las mayorías carecen del derecho al trabajo, al buen salario, a la alimentación y a la salud, entre otros?

 

Por Elio Noé Salcedo*

En su libro Sinceramente, Cristina Fernández de Kirchner reflexiona, entre otras cosas, sobre la gratuidad de la enseñanza y su estrecha relación con la igualdad de oportunidades.

Siempre consideré –dice la ex presidenta- que la igualdad tenía que estar fuertemente acompañada de lo económico; si un chico tiene que salir a trabajar y no puede terminar la escuela o no puede ir a la universidad, por más que éstas sean públicas y gratuitas, la igualdad es solo declarativa” (1).

En ello tal vez estriba la importancia y dimensión de la decisión gubernamental del 22 de noviembre de 1949, pues a la vez que los hijos de la clase media podían estudiar sin tener que abonar un solo peso, al mismo tiempo, a partir de entonces, en un país más igualitario y con derechos para los trabajadores y sus hijos, ellos también podían llegar a la universidad y “hasta ser presidentes del país” (2).

De no haber sido así, confiesa la ex presidenta, hubiera terminado la primaria e inclusive la secundaria, pero tal vez nunca hubiera podido llegar a la Universidad.

 

El cierre de la brecha digital

Fue en esa línea de búsqueda de la igualdad, que el 6 de abril de 2010 dio comienzo en las escuelas públicas del país el programa Conectar Igualdad. Nada más gráfico para ilustrar ese concepto. A partir de este programa, miles de chicos de la escuela pública pudieron contar con su netbook. En el mundo contemporáneo, esto no significaba otra cosa que superar, entre otras, la injusta brecha digital existente entre las familias pudientes y las no pudientes.

El programa permitió que millones de estudiantes secundarios y sus docentes de las escuelas públicas pudieran ser usuarios y propietarios de una computadora, puesto que aquellos que terminaban la escuela se la podían llevar a sus hogares.

Aparte de ser “una netbook hermosa, a prueba de golpes, con un software que tenía 46 programas especializados para escuelas técnicas y que luego también tuvo un propio software libre denominado ‘Hayra’” (3), lo óptimo resultó que la entrega de computadoras fue acompañada de la conectividad y adaptación en las escuelas.

¡Qué lejos estábamos de la dádiva o la beneficencia individual, privada y ocasional!

El programa permitía además del alumno, incorporar a su familia al proceso educativo y de información. En algunas casas era la única computadora a la que tenía acceso el colectivo familiar.

Dada la política general de industrialización, empleo, paritarias, precios, tarifas, salud, seguridad social, etc., resultaba así, al lado de la gratuidad de ese instrumento moderno para acceder al conocimiento, al mismo tiempo un acceso a la igualdad de oportunidades para todos.

¿Alguien podía estar en desacuerdo con semejante política de igualdad?

Sin embargo, nos caben dudas de que no sea el odio a la igualdad y a la promoción de los más rezagados la raíz del rechazo a muchas medidas de aquel gobierno, y en general el rechazo a los gobiernos llamados -prejuiciosa y despectivamente- “populistas”.

¿Acaso es posible una democracia verdadera sin igualdad de oportunidades para todos y cada uno de los argentinos y argentinas, sin distinción de edad, género, clases sociales, lugar de origen, origen étnico, oficio, profesión, creencias o parcialidad política o ideológica?

No basta solamente con que la universidad sea pública y gratuita para que la mayoría pueda estudiar. Tampoco puede haber una universidad ni un universitario que se realice en un país y una sociedad que no se realiza.

Tal vez sea necesario insistir con aquel deseo de uno de nuestros máximos pensadores nacionales:

hasta que un día el paisano

acabe con este infierno,

y haciendo suyo el gobierno,

con sólo esta ley se rija:

es pa’ todos la cobija,

o es pa’ todos el invierno” (4).

Todo ello está en sintonía con aquel concepto del ministro Jorge Taiana al transformarse la Universidad Provincial Domingo Faustino Sarmiento en Universidad Nacional de San Juan en octubre de 1973: “La Universidad  no se abre al pueblo, la Universidad está inserta en el pueblo, debe ser la expresión de ese pueblo, de ese accionar. Cuando eso se realiza, la Universidad es auténticamente popular” (5). Abogamos entonces por la realización de esa Universidad pública, gratuita y popular.

* Diplomado en Historia Argentina y Latinoamericana.

  • Fernández de Kirchner, C. (2019). Sinceramente. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, pág. 246.
  • Ídem, pág. 246.
  • Ídem pág. 247.
  • Arturo Jauretche.
  • Diario de Cuyo, 11/10/07. Suplemento 60 años de existencia.

Imagen de portada: fuente http://www.infonews.com/nota/315238/tras-el-vaciamiento-macri-dio-de-baja-definitivamente