El país de Martín Fierro

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El país de Martín Fierro no es solo una figura literaria sino una realidad que se extiende hasta nuestros días, cuando aún los hijos y las hijas de esta tierra no encuentran su destino de dignidad y realización personal y social.

Por Elio Noé Salcedo*
Si los únicos nombres propios que menciona el poema de Her¬nández son los de Anchorena y Gainza, no es tanto porque la obra quiera personalizar o situarse en una época determinada (Gainza era ministro de Guerra de Sarmiento cuando Hernández publicó su poema), sino más bien porque esos dos apellidos simbolizan al sector social que despojó al gaucho, quedándose con sus tierras y pertenencias y lo mandó a la frontera; luego lo combatió y masacró en las guerras civiles del siglo XIX; para reemplazarlo finalmente por mano de obra europea a través de una política inmigratoria que terminaría por convertirlo de actor social principal en una leyenda folclórica. Así lo versificaba Hernández:
Le advertiré que en mi pago / ya no va quedando un criollo: / se los ha tragado el hoyo / o juido o muerto en la guerra, / porque, amigo, en esta tierra / nunca se acaba el embrollo.

El país que dejó Martín Fierro al ser desalojado de sus tierras por la Ley de Vagancia primero, y luego por la Ley de Enfiteu¬sis, era un país precapitalista, a las puertas de un desarrollo integral promisorio, que lo único que le hacía falta, entonces como ahora, eran funcionarios que vieran con mentalidad nacional y de futuro sus posibilidades.

Había vacas y tierras aptas para cultivo cerealero en la pampa húmeda y la pampa gringa, hasta entonces la parte menos desarrollada de aquel inmenso territorio; aunque también existía, desde la creación de las primeras industrias en Santiago del Estero, un incipiente de¬sarrollo industrial –rudimentario pero sostenido- en el Norte y Cuyo.

Hasta que apareció Rivadavia, pero no para modernizar el país y el campo, como uno podría pensar después de leer la historia oficial y oficiosa de quienes condenaron al gaucho a ser un paria en su propia tierra. Por el contrario (y en eso demuestran su colonización y desarraigo):
Lo miran al pobre gaucho / como carne de cogote: / lo tratan al estricote, / y si ansí las cosas andan /porque quieren los que mandan / aguantemos los azotes. / Y se hacen los que no aciertan / a dar con la coyontura: / mientras al gaucho lo apura / con rigor la autoridá / ellos a la enfermedá / le están errando la cura.

Para los comerciantes del puerto, ya socios de los ingleses des¬de la época de la Colonia, la colonización con las razas viriles extranjeras no era sino una excusa para desatar la invasión co¬mercial europea. Ya en plena época “patria”, la prominente burguesía comercial porteña –prohijada políticamente por Rivadavia- lo había anticipado con el decreto de 1812, declarando las carnes libres de de¬rechos de exportación. Simultáneamente fijaba un impuesto del 20% a la que se consumiese en el mercado interno.

“Una política semejante, que estrangulaba a los gauchos –dice el historiador Jorge Abelardo Ramos- no podía imponerse sin una acción represiva” que llegó, aparte de la liberación de los derechos de exportación, con las leyes de Vagancia y de Enfi¬teusis, ambas de 1822. No en vano, de acuerdo con esas políticas –señala José Maria Rosa- “el más importante de los concesionarios de la Enfiteusis” fue la Sociedad Rural, creada en 1826 con Rivadavia como jefe de Estado, y siendo éste como aquella, socios políticos y comerciales de los ingleses. Cualquier parecido con la realidad actual no es pura coincidencia sino la continuidad de un pleito histórico que aún no ha sido resuelto.

En ese sentido, los “capitales” ingleses y la “inmigración” europea impulsada por Rivadavia no venían a sustituir ese modo de produc¬ción ‘pastoril’ y/o baquiano -atribuido al gaucho y al hombre de estas tierras- por otro modo de producción más avanzado que proveería las maquinarias para levantar la producción primaria y luego agregarle valor en la fábrica.

Fracasadas las invasiones militares inglesas de 1806 y 1807, ese modelo exportador – importador invadiría el país con sus produc¬tos de fabricación extranjera. A cambio, se quedaría con las mejores tierras, la comercialización, el seguro y el transporte de exportación de la producción agropecuaria, arrasando los focos interiores de in-dustrialización propia, sin cambiar ni un ápice el modelo primario de producción, que quedó en manos de terratenientes y ganaderos nativos como socios menores.

Así, mientras la política rivadaviana enriquecía a los comercian¬tes porteños y a la oligarquía terrateniente y ganadera ya existente, arrui¬naba la incipiente industria del Interior, abriéndose “un abismo entre la capital y las provincias” –abismo que por estos días se hace patente, como si existieran dos países-, cuando se escuchan voces extrañamen¬te amplificadas que nos quieren volver cien años atrás: al país de las vaquitas… pero ajenas (o de unos pocos), como diría Atahualpa Yu¬panqui.

La figura del gaucho –ya socialmente desaparecido- tan sólo se conservaría como una “tradición” folclórica. De allí que su nombre, su estampa y su significado sean usufructuados arbitrariamente por muchos de los que defienden ese modelo de país de-pendiente del mercado externo y sin dignidad, igualdad, ni futuro interno.

Fue ese modelo agroexportador e importador dependiente y anti industrial el que aniquiló al gaucho y lo convirtió en una leyenda, en lugar de transformarlo, como sucediera en los países desarrollados del mundo: de artesano rural en obrero industrial; de obrero industrial, en pequeño empresario; de pequeño empresario en gran empresario nacional; y así sucesivamente en una permanente movilidad social ascendente. Pero no fue así.

Y dejo rodar la bola / que algún día se ha’e parar; / tiene el gaucho que aguantar / hasta que lo trague el hoyo / o hasta que venga algún criollo / en esta tierra a mandar.

* Diplomado en Historia Argentina y Latinoamericana.


Imagen de portada: Juan Carlos Castagnino, Represión, serie Cordobazo, 1969, 70×50, técnica mixta. Fuente. https://www.flickr.com/photos/museonacionaldebellasartes/26712188551