El destino histórico de Martín Fierro

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Martín Fierro resulta una figura paradigmática no solo de nuestra literatura sino también de nuestra historia, si entendemos que el personaje de José Hernández es la síntesis real del drama social argentino del siglo XIX,  cuyas derivaciones se extienden hasta nuestros días.

 

Es el pobre en su orfandá / de la fortuna el desecho,

 / porque naides toma a pecho / el defender a su raza; /

debe el gaucho tener casa, / escuela, iglesia y derechos

(José Hernández).

 

Por Elio Noé Salcedo

Más allá de enfoques y miradas a través de los que ha sido analizada la obra cumbre de nuestra literatura, la figura de Martín Fierro resulta ser para nosotros la síntesis del drama social argentino, no circunscripto al tiempo literal ni a la geografía litoral del poema.

En efecto, el Martín Fierro retrata en términos poéticos un drama histórico: el de la apropiación, marginación y abandono a su suerte del hombre argentino, entendiendo por tal a los trabajadores (gaucho, peón, jornalero, obrero, empleado, técnico, profesional) y trabajadoras (china, peona, jornalera, ama de casa, obrera, empleada, técnica, profesional) de todas las épocas, después de las sucesivas derrotas políticas y sociales en las que estos sectores llevaron la peor parte. Con ellos y ellas tenemos una deuda pendiente: devolverle definitivamente el protagonismo y el patrimonio de una vida ocupada en ser felices y hacer felices a los suyos.

Así lo testimonia Martín Fierro:

Yo he conocido esta tierra / en que el paisano vivía / y su ranchito tenía / y sus hijos y mujer… / Era una delicia ver / cómo pasaba sus días… / El gaucho más infeliz / tenía tropilla de un pelo, / no le faltaba un consuelo / y andaba la gente lista… / Ricuerdo ¡qué maravilla! / cómo andaba la gauchada / siempre alegre y bien montada / y dispuesta pa el trabajo… / ¡Ah tiempos! ¡Si era un orgullo / ver jinetear un paisano! (1).

En distintas circunstancias, aunque parecidas condiciones políticas, económicas y sociales, durante el siglo XIX, XX y XXI, se volvería a vivir lo mismo, siempre y cuando viniere algún criollo (o criolla) en esta tierra a mandar.

El padre de Martín Fierro

Como se sabe, Hernández fue periodista, antes o al mismo tiempo que poeta y político. Entre sus antecedentes periodísticos podemos citar El Nacional Argentino (1853 – 1860) y El Argentino de Paraná, fundado en 1863 por Hernández. Desde las páginas de este último, condenaría el asesinato del general Peñaloza (12 de noviembre de 1863), textos que serían reunidos con el nombre de “Vida del Chacho”, obra en la que formula una grave requisitoria contra Sarmiento y los unitarios.

Desde agosto de 1869 se publicó en Buenos Aires un nuevo periódico dirigido por Hernández –El Río de la Plata-, en el que escribían también otras plumas federales de su época. En ese sentido, refiere Enrique Mario Mayochi: “Se ha señalado, y con razón, que “El Río de la Plata” –último gran periódico en el que escribiría Hernández- tuvo mucho de prefiguración del ‘Martín Fierro’, y que en sus columnas se dijeron en prosa verdades que años después Hernández transformaría en versos octosílabos” (2).

Precisamente, con el cierre de “El Río de la Plata” en abril de 1870, se cierra la etapa netamente periodística de José Hernández y se abre una etapa como poeta y político a la vez, condición de la que nunca se había desligado tampoco. Tal vez por ello, ésta sea la época propicia para el nacimiento a la vida pública de “Martín Fierro”, libro tan poético como doctrinal y político.

El 8 de agosto de 1869, el diario dirigido por el futuro padre de Martín Fierro decía en sus páginas: “Por muchos años, la campaña ha permanecido en el más completo abandono, bajo el dominio absoluto de los jueces de Paz y comandantes mandados por los gobiernos como instrumentos electorales, y que se han preocupado bien poco de establecer en ella una organización conforme con sus ingentes riquezas, con sus necesidades y su industria” (3).

Es deducible que si Sarmiento era Presidente recién desde octubre de 1868, la crítica de Hernández no fuera dirigida puntualmente a su gobierno sino a la situación social heredada desde mucho tiempo atrás, aún vigente, y sobre todo acentuada durante el gobierno de su antecesor Bartolomé Mitre–amigo del sanjuanino hasta que asumiera como Presidente-, que había presidido la Argentina durante los seis años anteriores y dirigía la vida política de Buenos Aires y del país desde prácticamente la caída de Juan Manuel de Rosas y la defección de Urquiza en Pavón.

Dando crédito a la hipótesis de que la situación del gaucho venía ya desde antes de la revolución de Mayo y se había agravado con Rivadavia y los gobiernos porteños posteriores, el diario de Hernández decía: “Esos funcionarios existían como piezas necesarias en la máquina virreinal; la Revolución sólo ha cambiado su título y ampliado sus facultades hasta hacer de ellos los resortes principales de la administración, pero al mismo tiempo los instrumentos de que se sirven los gobiernos para falsear el voto del pueblo, y convertir el sufragio popular en ridícula farsa…” (4).

Martín Fierro fundamentaba las palabras de su progenitor sobre la suerte del gaucho, de esta manera:

Para él son los calabozos, / para él las duras prisiones; / en su boca no hay razones / aunque la razón le sobre; / que son campanas de palos / las razones de los pobres. / Él nada gana en la paz / y es el primero en la guerra; / no le perdonan si yerra, / que no saben perdonar; porque el gaucho en esta tierra solo sirve pa votar… (5).

En efecto, carne de cañón para todo, tampoco era libre para votar. Así lo cuenta Picardía, el hijo de Cruz, compañero de desgracias de Martín Fierro:

Me le escapé con trabajo / en diversas ocasiones… / hasta que al fin una vez / me agarró en las elecciones. / Ricuerdo que esa ocasión andaban listas diversas; / las opiniones dispersas no se podían arreglar: / decían que el Juez, por triunfar, / hacía cosas perversas. / Cuando si reunió la gente / vino a proclamarla el ñato, / diciendo con aparato / “que todo andaría mal / si pretendía cada cual / votar por un candidato”…/ Y quiso al punto quitarme / la lista que yo llevé; / mas yo se la mezquiné, / y ya me gritó “Anarquista, / has de votar por la lista / que ha mandao el Comiqué. / Me dio vergüenza de verme / tratado de esa manera: / y como si uno se altera / ya no es fácil de que ablande, / le dije: “mande el que mande / yo he de votar por quien quiera”…/ Dende aquellas elecciones / se siguió el batiburrillo¸ / aquel se volvió un ovillo / del que no había ni noticia; / ¡Es señora la justicia… / Y anda en ancas del más pillo! (6).

Pero no era solo la venalidad del sufragio lo que atendía el diario de nuestro máximo escritor; también se ocupaba de uno de los más tremendos dramas sociales de la época, que ha sido subestimado por la historia oficial -no casualmente escrita por Mitre y sus discípulos-: la frontera, el último drama social de la Argentina criolla, cuyas víctimas principales serían los Martín Fierro y sus compatriotas de las clases desvalidas.

(1) Hernández J. (1872). Martín Fierro.

(2) Mayochi, E. M. (1998). Presencia de José Hernández en el periodismo argentino. Buenos Aires: Academia Nacional de Periodismo, pág. 44.

(3) Ídem.

(4) Ídem.

(5) Hernández, Ob. Cit.

(6) Ídem.


Fuente de la imagen: Ilustraciones-de-Carlos-Roume . http://fundacionreneenavarreterisco.org/2017/03/06/el-significado-del-canto-en-el-martin-fierro/