Letras y Ciencias Sociales

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En este cuarto y último artículo sobre los antecedentes de la Reforma, el autor rescata una revista literaria de 1904,  de origen provinciano y no porteño, expresión de una cultura nacional cuyas raíces no están en Buenos Aires ni en Europa sino en el interior de América Latina.

 

Por Elio Noé Salcedo*

Con este título –“Letras y Ciencias Sociales”- podríamos afrontar sin miedo a equivocarnos,  el estudio o reseña de las dos grandes obras literarias –una en prosa y la otra en verso- que fundaron nuestra literatura nacional: el “Facundo” (1845) y el “Martín Fierro” (1872). Ambas obras literarias –aunque desde visiones opuestas- abordan fenómenos políticos y sociales de su época, tal el objeto de estudio en general de las ciencias sociales.

No obstante, aunque en principio esa “mezcla” lírico-cientista no parezca académica, deberíamos asumir que en la vida común de las personas y de las sociedades, dichos fenómenos –el arte y las ciencias sociales- aparecen muchas veces mezclados, tal vez por aquello de que «gris es la teoría y verde el árbol de la vida» (Goethe).

Hay otro ejemplo de ese criterio integrador en una revista literaria de 1904, que –junto a la  inauguración de la primera Cátedra de Sociología en la Argentina, dictada por el Dr. Antonio Dellepiane en 1899, y a la publicación de “La Tercera Emancipación”, de Manuel Ortiz Pereyra, en 1926-, bien podríamos incorporar como otro antecedente importante y temprano de la existencia efectiva de las ciencias sociales en nuestro país y en América Latina.

Estamos hablando, por su importancia y dimensión de la Revista de Letras y Ciencias Sociales de Tucumán, publicada entre 1904 y 1907, cuyo desconocimiento y falta de reconocimiento no se justifica, si acordamos con el Dr. Emilio Carilla (1961) –uno de sus descubridores-, que “no se encuentra en los años que abarca la revista una publicación que dentro del país sobrepase el valor de la revista tucumana” (1), dirigida por Ricardo Jaimes Freyre (escritor y poeta, y una especie de socialista nacional de la época con sus aciertos y limitaciones) (2) y redactada por los doctores Julio López Mañán (abogado, escritor y hombre público) y Juan B. Terán (fundador y primer rector de la Universidad de Tucumán en 1914, universidad nacionalizada en 1921).

 

La “revista literaria” de Tucumán

 Considerada de vanguardia y modernista, la Revista de Letras y Ciencias Sociales, a pesar del valioso testimonio de época que significó, todavía es apenas conocida en Tucumán y casi completamente desconocida fuera de esa provincia. Seguramente, como apuntaba hace unos años el Dr, Carilla, “el ángulo limitado de Buenos Aires, que tanto pesa en los juicios y valoraciones, ha impedido un cabal aquilatamiento de la revista tucumana” (3).

Si bien habían existido otras revistas de ese tipo, como La revista de América de 1894, dirigida también por Jaimes Freyre junto a Rubén Darío, y la Revista Nacional de literatura y ciencias sociales de Montevideo (1895-1897), fundada por Enrique Rodó, en la que además de Freyre habían colaborado Darío y Lugones, la revista de Tucumán “dio más de lo que prometía” en esas dos direcciones: la literaria y la de las ciencias sociales, y se constituyó en la más importante de su tipo, que “respondía entonces a intereses culturales que se consideraban cercanos, sobre todo en la amplitud de las “ciencias Sociales” y en el carácter que tiene la sociología del momento” (4).

Según la profesión de fe que desarrollaba en su primer número (llegó a tener 39 ediciones), “la Revista de letras y ciencias sociales lleva en su nombre su programa”… “Aspira a ser un eslabón entre el aula y la tribuna, entre la tribuna y el libro, entre el libro y el público”… “Encerrados en el corazón de América, nuestro espíritu vive muy lejos de lo que nos rodea…(Como si fuera hoy) Pedimos al extranjero o a la capital de la República el volumen que debe ocupar las horas dedicadas al estudio, a la amena lectura y a la necesidad de seguir la marcha de las ciencias, de las artes y de las letras, que se descubre confusamente en los índices de los boletines telegráficos”…”La obra por realizar sería la asociación de todos los factores de cultura de que disponemos, formando con ellos un docto y amable centro propio de desenvolvimiento intelectual” (5).

Colaboran en la nueva revista, Rubén Darío, José Santos Chocano, Amado Nervo, Manuel Machado, Pedro Henríquez Ureña (6), Leopoldo Lugones, Ricardo Rojas y el sanjuanino Adán Quiroga, el español Unamuno y los tucumanos Juan B. Terán, Miguel Lillo, Alberto Rougés, Julio López Mañán, Germán García Hamilton, Mario Bravo, Ricardo Mendioroz y Abraham Maciel. Es evidente el carácter de época (o, mejor, generacional) –dice Carilla-, “que distingue a la revista, con la particular dimensión (latino) americana de sus colaboradores y temas, dentro de lo que permitía la corriente modernista” (7), aclarando además que en cuanto a las colaboraciones más calificadas, “no se trataba de reproducciones o transcripciones, sino de trabajos inéditos. Obras de escritores ya prestigiosos o que después alcanzaron fama, en los dos casos, acierto indudable de la revista y de su director” (8).

En el número 20 de la revista, bajo el título de Fraternidad hispanoamericana (1906), el editor escribía: “Esta fraternidad es una necesidad histórica, sin órganos. La Revista de letras y ciencias sociales ha cultivado la comunicación interamericana, haciendo conocer los hombres y la vida de los países hermanosSe ignoraba que en Hispanoamérica hubiera el gusto extendido y la cultura seria que él nos ha revelado” (9).

Cabe reivindicar, con su descubridor, el carácter argentino, tucumano y latinoamericano de la revista, con particular “presencia de lo argentino y regional con decoroso acento, sobre todo en lo que se refiere a trabajos y documentos históricos sociales”, en los que aparece lo argentino “más en relación a un material preferentemente amplio, aunque con predominio de la obra lírica” (10). ¿No resulta acaso esta revista y la movida cultural, intelectual y generacional que disparó –por su carácter provinciano, nacional y latinoamericano-, un antecedente de la generación de 1918?

Más allá de toda duda, no deja de ser la revista tucumana de 1904 la revista literaria-científica más importante que se publicara por aquellos años, que muestra y demuestra el desarrollo de la cultura nacional de provincia –en este caso de Tucumán-, como años después la Reforma de Córdoba demostraría lo propio en otra dimensión, en la segunda década del siglo XX.

Sus antecedentes inmediatos eran la Generación del 80, en el último cuarto del siglo XIX, y la Generación Latinoamericana del 900 que, junto a los “modernistas”, en la bisagra de dos siglos, integran la generación que combate desde la política y desde las letras, en toda nuestra América, la intromisión en Cuba del imperio norteamericano en 1898, la anexión yanqui de Puerto Rico en 1899, el desembarco de los marines estadounidenses en el istmo de Panamá en 1901 (para quedarse con el Canal y separar a Panamá de Colombia), y la primera invasión armada de Estados Unidos a República Dominicana, el 11 de febrero de 1904, cuya ocupación duró tres días, después de bombardear durante tres horas y con más de 100 cañonazos territorio dominicano.

En todo caso, si queremos rescatar con visión integral latinoamericana aquel momento particular de nuestra historia, de nuestras letras y de nuestras ciencias sociales, deberemos reivindicar también a la Revista Azul (1893-1896), de México, La Revista y la Revista nacional de literatura y ciencias sociales (1895-1897), de Montevideo, la Revista Literaria (1896) y El mercurio de América, de Buenos Aires, como así también la Revista moderna, de México, y Cosmópolis y El cojo ilustrado, de Caracas (11).

Aunque también hay otra clase de publicaciones, como Nuestra América (1891), de José Martí, con su reivindicación unionista y descolonizadora; Ariel (1900), del uruguayo José Enrique Rodó, “con el cual se inicia la etapa del antiimperialismo espiritual” (12); “El continente enfermo”, del venezolano César Zumeta (1899), para quien “solo una gran energía y una perseverancia ejemplar pueden salvar a la América del Sur de un protectorado estadounidense” (13); y, por supuesto, desde el minuto cero del siglo XX, los artículos, libros y conferencias de Manuel Ugarte (14), en su gran campaña latinoamericana y antiimperialista, por nombrar otros cuatro casos importantes, a un lado y otro de nuestro continente-nación, que son un signo elocuente de que el corazón de nuestra América, años más, años menos, siempre latió al unísono, más allá de sus particularidades y/o parcialidades.

 

*Diplomado en Historia Argentina y Latinoamericana.

Notas

  1. Carilla, E. (1961). Estudios de Literatura Argentina (Siglo XX). Tucumán: Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán, pág. 129.
  2. Ricardo Jaimes Freyre, de acuerdo a sus peregrinajes por el Cono Sur y sus ideas, fue una especie de precursor lírico y vigoroso de un Socialismo Nacional Latinoamericano.
  3. Carilla, Ob. Cit., pág. 129.
  4. Ídem.
  5. Ídem, pág. 130.
  6. Pedro Henríquez Ureña, autor dominicano de Seis ensayos en busca de nuestra expresión (1928), supera el criterio “nacional” (estrecho) y adopta una perspectiva continental en la creación de un método historiográfico que “restituye la visión de conjunto frente a la fragmentación, al tiempo que el trabajo historiográfico está realizado con un pensamiento que trabaja con totalidades históricas”.
  7. Carilla, Ob. Cit., pág. 133.
  8. Ídem (El director de la revista, Ricardo Jaimes Freyre, era de sangre y tierra boliviana y de padres emigrados, aunque nació en Tacna (Perú). Residió en Bolivia, en Chile, en Montevideo, en Tucumán (de 1900 a 1920) y en Buenos Aires. En esta capital fundó con José Ingenieros y Leopoldo Lugones, a fines del siglo XIX, la revista socialista revolucionaria «La Montaña», opuesta a Juan B. Justo. Simpatizó con la Revolución rusa de 1905 y presintió la de 1917, que contó con su apoyo. A diferencia de los otros Modernistas (Lugones, Darío, etc.), Jaimes Freyre jamás abandonó sus ideas socialistas, aun siendo canciller de Bolivia en 1922. Se le ofreció ser Presidente de Bolivia, pero rechazó esa candidatura segura porque, como dirá Eduardo Ocampo Moscoso- «amaba la gloria pero no el poder». Incluso en su famoso libro «Castalia Bárbara», más allá de su orientalismo, su helenismo y las brumas nórdicas wagnerianas, propios de la temática del modernismo, todo lo que parece nórdico «no es más que metáfora del yermo potosino», diría Arturo Capdevila, que supo leer debajo de las formas).
  9. Ídem.
  10. Ídem, pág. 135.
  11. Ídem, pág. 138.
  12. Ferrero, R. A. (2015). De Murillo al rapto de Panamá. Las luchas por la unidad y la independencia de Latinoamérica (1809 – 1903). Buenos Aires: Ediciones Imago Mundi, pág. 199.
  13. Galasso N. (1973). Manuel Ugarte. Volumen 1. Buenos Aires: EUDEBA, pág. 93.
  14. Los cuatro ensayos principales de Manuel Ugarte son: El porvenir de América Latina (1910), Mi campaña hispanoamericana (1922), La Patria Grande (1922), El destino de un continente (1923).

 

Fuente de la imagen: https://www.lagaceta.com.ar/nota/210946/la-gaceta-literaria/modernistas-e-ilustrados-tucuman.html