Latinoamericanismo: nuestra ideología del siglo XXI

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¿Podemos considerar al “latinoamericanismo” como una ideología o, en todo caso, como “nuestra” ideología del siglo XXI? ¿En qué consiste ese sentimiento o ideología, revelada por nuestro comprovinciano en el Facundo? ¿Cuáles son los requisitos de tal ideología?

 

Por Elio Noé Salcedo*

En el capítulo catorce del “Facundo”, Sarmiento revela que, en lo que respecta a su época, “el bloqueo francés fue la vía pública por la cual llegó a manifestarse sin embozo el sentimiento llamado propiamente americanismo” (1), que bien podríamos hacer equivaler hoy a latinoamericanismo, vocablo derivado de aquel–América Latina- que acreditarael gran pensador nuestro americano Manuel Ugarte.

Al darle nombre a ese sentimiento que identifica a los que viven en América y según ella y no Europa, el escritor e intelectual sanjuanino -no obstante renegar de Nuestra América durante toda su obra-, la reconocía, implícitamente al menos, como una unidad, una totalidad, la esencia que le da identidad propia y original a un territorio, a una historia y a una cultura común, manifestada a través de ese sentimiento que Sarmiento llamara “americanismo”, y que nosotros asimilamos a términos como latinoamericanismo, nacionalismo continental, patriotismo latinoamericanooidentidad nuestra americana (2).

Es de tal importancia ese “sentimiento” o “ideología”, que ello “implica un obstáculo para el desarrollo y despliegue de estructuras de dominio” (3), sostiene Claudio Maiz en “Imperialismo y Cultura de la Resistencia. Los ensayos de Manuel Ugarte”, quien  fuera el principal sostenedor de esa conciencia y unidad americana y de la necesidad, a la vez, de contrarrestar la acción dominante, disolvente y disgregante del imperialismo norteamericano, vigente ya en nuestra América desde fines del siglo XIX y principios del XX hasta nuestros días.

Aunque en lo ideológico y cultural, no solo debemos hablar de imperialismo norteamericano, sino también de imperialismo inglés y de colonialismo cultural europeo,vigentes desde los albores de nuestras nacionalidades “independientes”. Como sabemos, después de independizarnos del colonialismo territorial y político de España, nos convertimos en una semicolonia de Gran Bretaña, primero, y de Estados Unidos de Norteamérica, después: políticamente independientes, económica dependientes y culturalmente sujetos y/o subordinados al imperialismo cultural anglosajón en sus dos versiones(europea y americana).

Del estudio de Maiz surge la estrecha relación que existe entre nuestro sentimiento “americanista” latinoamericano -entendido en sus distintas facetas como originalidad, “latinidad”, autonomía intelectual, independencia espiritual– y la necesidad de restaurar a nivel jurisdiccional, político y económico la unidad perdida, ligada a la lucha contra aquellos que impiden nuestra unidad (que impugnan la propia historia que los unió y los hizo grandes: Gran Bretaña, Estados Unidos, Unión Europea), y que no tienen empacho en fomentar nuestra división, de acuerdo a sus intereses de dominio.

A propósito de esto último, bien dice Roberto Ferrero: “La formulación de la unidad y la integración continental deben ir ligadas a la lucha antiimperialista, vale decir, a la nacionalización de los grandes medios de producción de un gran mercado de veintitantos países libres de intromisión de las multinacionales, que se articule como un espacio económico para el desarrollo armónico de nuestras fuerzas productivas endógenas, defendidas de la competencia ruinosa del imperialismo. Planteadas por separado, la unidad latinoamericana y la lucha antiimperialista son consignas estériles” (4).

Tal vez es por esa íntima relación, según Ycaza Tigerino, citado por Maiz, que “los únicos intentos de unidad hispanoamericana (y latinoamericana) han surgido precisamente de la conciencia nacionalista frente al imperialismo” (5), sostenida, en principio, por el nacionalismo popular y la izquierda nacional argentina y latinoamericana.

De lo que se trata, en definitiva, además de recuperar nuestra conciencia y/o memoria histórica–porque ella es de algún modo el prerrequisito de nuestra conciencia política (conciencia nacional)-, es de “crear un mercado gigante para los latinoamericanos y no para las multinacionales radicadas en América Latina, que transfieren a sus casas matrices el excedente generado localmente, fugan divisas al exterior a través de la bicicleta financiera e impiden o demoran el proceso de acumulación del capital nacional” (6).La unidad y creación de semejante y gigantesco mercado es a la vez el requisito de nuestro desarrollo, bienestar y autorrealización nacional.

Ciertamente, la unidad latinoamericana, “no obstante la grandiosidad de su carácter como empresa política, no es un fin en sí misma” sino que “posee una naturaleza instrumental a escala histórica, apuntando a la finalidad de un desarrollo autocentrado de nuestras fuerzas productivas y de la cultura, la civilización y el bienestar que le son inherentes” (7).

Tampoco debe olvidarse que “la unidad de América Latina en un objetivo político” (8), y, por lo tanto, su centralidad política deber ser transversal a toda la sociedad, gobiernos, partidos e instituciones públicas solventadas por el Estado (universidades), con el fin de ver en la realización de esa unidad y/o integración con los otros Estados hermanos, el objetivo político estratégico por antonomasia.

A esta altura de la historia, la independencia espiritual –conciencia “americanista”, en realidad latinoamericanista– resulta un prerrequisito tanto de la unidad como de la liberación política, económica y social del imperialismo, y para ello y por ello, no hay lugar para ideologías o sentimientos “nacionales” estrechos o “étnicos” fragmentados o fragmentarios, ni tampoco “universalistas”.

Por el contrario, debemos ser fieles a nuestro origen como latinoamericanos, entendiendo con Federico de Onís, que “originalidad viene de origen, quiere decir algo que está en el fondo de uno mismo; y la originalidad americana está en el hecho de ser América y no ser Europa”, Estados Unidos o España (9), con todo lo que ello significa desde hace 500 años, cuando la sangre, la cultura, la convivencia y el destino común fueron generando lo que somos actualmente.

De lo contrario, ya sabemos cuál ha sido el resultado de nuestra falta de unidad material y espiritual: “No estamos desunidos porque somos subdesarrollados sino que somos subdesarrollados porque estamos desunidos” (10).Unirnos y poner en común lo que somos en su totalidad y multiplicidad–latinoamericanos- es el gran desafío del siglo XXI.

* Diplomado en Historia Argentina y Latinoamericano.

(1) Sarmiento, D. F. (2010). Facundo. Buenos Aires: Ediciones Colihue (2° Edición, 5° Reimpresión), pág. 27.

(2) Y no decimos “hispanoamericanismo”, por entender que ese vocablo ha perdido actualidad, y por considerar con YcazaTigerino –citado por Claudio Maiz-, que “el hispanoamericanismo –propiamente-, fue, pues, durante todo el siglo XIX, política y culturalmente europeizante, y más concretamente afrancesante y britanizante” (YcazaTigerino, 1952), influjo al que no pudo ni siquiera escapar Simón Bolívar (Maiz, 2010, pág. 215).

(3) Maiz, C. (2003). Imperialismo y Cultura de la Resistencia. Los Ensayos de Manuel Ugarte. Córdoba: Ediciones del Corredor Austral – Ferreyra Editor, pág. 206.

(4) Ferrero, R. A. (2017). Acerca de la Cuestión Nacional y Latinoamericana. Ediciones del CEPEN, pág. 39.

(5) Maiz, Ob. Cit., pág. 137 (YcazaTigerino (1952). Originalidad de Hispanoamérica. Madrid: Cultura Hispánica, pág. 175).

(6) Ferrero, Ob. Cit., pág. 39.

(7) Ídem, 40.

(8) Ídem, 41.

(9) Maiz, Ob, Cit., pág. 82 (Federico de Onis (1968). Originalidad de la literatura hispanoamericana. Barcelona: Editorial Universitaria, pág. 124).

(10) Ramos, J. A. (2006). Historia de la Nación Latinoamericana. Buenos Aires: Dirección de Publicaciones del Senado de la Nación, pág. 15.

 

Imagen de: https://www.radiozero.cl/noticias/tendencias/2015/02/los-significados-de-cada-pais-de-latinoamerica/