El Congreso de Panamá y sus claves geopolíticas

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En su Convocatoria al Congreso de Panamá, el libertador Bolívar depara algunas claves geopolíticas para Nuestra América. Tales previsiones han sido puestas en duda por declaraciones presentes, que desprecian la importancia de los organismos regionales de integración.

Por Elio Noé Salcedo

El 7 de diciembre de 1824, dos días antes de la batalla de Ayacucho, el Libertador Bolívar firmaba la convocatoria al Congreso de Panamá, invitando a participar de ella a los gobiernos de Colombia la Grande (que integraban las actuales «naciones» de Colombia, Venezuela, Panamá y Ecuador), Perú, México, Río de la Plata (Argentina, Uruguay y Bolivia), Chile y Guatemala (Confederación Centroamericana formada por Guatemala, Nicaragua, Honduras, Costa Rica y El Salvador).

Como ya sabemos, en la Carta de Jamaica (1815), Bolívar había previsto que «los Estados del istmo de Panamá hasta Guatemala formarán quizá una asociación» y que «esta magnífica posición entre los dos grandes mares podrá ser con el tiempo el emporio del universo; sus canales acortarán las distancias del mundo; estrecharán los lazos comerciales de Europa, América y Asia; traerán a tan feliz región los tributos de las cuatro partes del globo. ¡Acaso solo allí podrá fijarse algún día la capital de la Tierra como pretendió Constantino que fuese Bizancio la del antiguo hemisferio!» (1).

En aquel istmo pretendía que fuera el Congreso que inaugurara una época inmortal en la historia política de América. Así se lo explicaba, al concluir prácticamente la guerra de emancipación en Ayacucho, al Gral. Francisco de Paula Santander.

«Cada día me convenzo más -le escribía el 6-01-1825- de que es necesario darle a nuestra existencia una base de garantía» (2). «Vuelvo pues -continuaba-, a mi primer proyecto como único remedio: la federación«.

Sabiendo que la América «se halla abandonada de todas las naciones, aislada en medio del universo, sin relaciones diplomáticas ni auxilios militares, y combatida por la España…» (3), Bolívar veía en la federación de Repúblicas y/o Estados americanos «un templo de asilo contra las persecuciones del crimen”, similar a la que por estos días padecen los creadores de UNASUR Lula, Evo, Néstor (Ausente) y Cristina Kirchner, Correa, Lugo, Chávez (Ausente) y Maduro, entre otros.

Estaba “determinado a mandar los diputados del Perú al Istmo inmediatamente que sepa que Colombia quiere mandar los suyos a dar principio a la unión«. Tampoco dudaba que «México y Guatemala (Centroamérica) harán lo mismo, y aun Buenos Aires y Chile después, porque este es específico universal» (4).

Al promediar su carta al Gral. Santander expresaba: «El único objeto que me retiene en América, y muy particularmente en el Perú, es ser más útil a mi país; porque estoy persuadido que sin esta federación no hay nada» (5).

Más cerca del político y del estratega que del intelectual o soñador (como podría valorárselo erróneamente a la distancia), volvía en esta carta a su tema excluyente y que era la razón de la convocatoria del Congreso de Panamá: «La América es una máquina eléctrica que se conmueve toda ella, cuando recibe una impresión alguno de sus puntos«. Un siglo y medio después, la Guerra de Malvinas confirmaba esa certera afirmación. Por eso, le recordaba a Santander (al mando de las fuerzas en Colombia): «No se olvide Vd. nunca que la tranquilidad del Sur de Colombia estará siempre pendiente de la del Perú; y que nuestro frente está en el Norte (el enemigo estaba en el Norte), y todas nuestras atenciones lo mismo; por consiguiente, más bien debemos contar con el Sur para auxilios que para cuidados. Repito que esto es capital y que lo tengo muy meditado» (6).

Trágicamente, la República del Plata, ya desembarazada del Alto Perú y de la Provincia Oriental, faltaría a la cita de Panamá (22-07-1826). El 9 de mayo de 1825 había dejado en libertad a las provincias del Alto Perú para que «ellas puedan en plena libertad disponer de su suerte, según crean convenir mejor a sus intereses y a su felicidad» (7). Y aquellas, en sesión del 6 de agosto de 1825, se habían erigido en «Nación».

Del mismo modo, el 7 de febrero de 1826, contrariando la voluntad de todas las provincias e incluso de la provincia oriental, Bernardino Rivadavia – apenas conseguida la Presidencia de la República-, mandaba a Brasil (en guerra con el Río de la Plata) a Manuel J. García, a fin de hacer la paz con el imperio brasilero. La paz porteña incluía la renuncia a la Provincia Oriental, naciendo Uruguay como Estado independiente el 27 de agosto de 1828 y jurando su Constitución el 18 de julio de 1830, que es la fecha considerada la de su independencia como «Nación».

«Con sus fértiles praderas y su puerto único -nos explica Roberto Ferrero-, Buenos Aires no necesitaba ni al Alto Perú, ni al Litoral (incluida la Banda Oriental) ni al Interior para disfrutar las delicias del libre comercio con Inglaterra. Lo importante no eran los cuicos -como Tomás de Anchorena llamaba despectivamente a los bolivianos- sino el Tratado de Amistad, Navegación y Comercio firmado con Inglaterra en febrero de 1825» (8). «La oligarquía porteña quería tener las manos libres para ligarse estrechamente al comercio inglés» (9).

Para decirlo con palabras de Vicente López y Planes (autor del Himno y agudo analista político) en Carta al General San Martín (4-01-1830): “Se impuso el principio de la contrarrevolución”, es decir, el principio de la “habilidad o riqueza”, y no “el patriotismo sobre todo” que la “revolución” consagró (10). Así se abrió la “grieta” desde el inicio de nuestras luchas civiles, al fracasar el plan de unidad continental.

Como nos enseñaba Jorge Abelardo Ramos, si la oligarquía porteña (igual que las otras  oligarquías portuarias, desde Cuba y Puerto Rico a Buenos Aires) “carecía del concepto territorial de Nación, era justamente porque no es una clase nacional» (11). De ese modo, «el regionalismo exportador en América Latina demostraría que solo era apto para formar Estados (pequeños y débiles), en modo alguno una Gran Nación» (12).

 

El último intento

Además de recriminarle al Gral. Sucre (21-02-1825) el llamado a las provincias altoperuanas a ejercer su soberanía (separándolas de hecho de las Provincias Unidas del Río de la Plata), pues «ni yo, ni el Congreso mismo del Perú, ni de Colombia, podemos romper y violar la base del derecho público que tenemos reconocido en América… que los gobiernos republicanos se fundan entre los límites de los antiguos virreinatos, capitanías generales, o presidencias como la de Chile» (13), Bolívar se veía en la obligación también de escribirle al Gral. Antonio Gutiérrez de La Fuente constituido en el Perú (12-05-1826).

En la carta a Gutiérrez de la Fuente, ante las dificultades que las repúblicas americanas encuentran para consolidarse sin dejarse llevar por «los intereses de partido«, el Libertador insiste tozudamente con su proyecto de Confederación, en este caso entre Colombia la Grande, el Perú y Bolivia (ya a esta altura convertida en «Nación»): «El único remedio que podemos aplicar a tan tremendo mal -sostiene- es una federación general entre Bolivia, el Perú y Colombia, más estrecha que la de los Estados Unidos«, en la que «habrá una bandera, un ejército y una sola nación» (14). «La reunión del Alto y Bajo Perú es necesaria a los intereses de la América, porque sin esta reunión no se consigue el plan de la federación general» (15).

Finalmente, como una advertencia a sus contemporáneos, que por extensión y herencia nos llega a las actuales generaciones, le dice: «En fin, mi querido General, medite Vd. por un solo instante las ventajas que nos va a producir esta federación general; medite Vd. el abismo de males de que nos va a librar, y no le será a Vd. difícil conocer cuánto es el interés que debemos todos tomar en un plan que asegura la libertad de la América, unida al orden y a la estabilidad» (16).

He aquí una respuesta a los que todavía dudan sobre cuáles son las razones profundas del desorden, atraso e inestabilidad de nuestras Repúblicas divididas y por eso todavía dominadas material y espiritualmente por intereses no colectivos, particulares, minoritarios y extranjeros, en suma, enemigos de esa Nación por la que lucharon el pueblo y nuestros héroes militares y civiles del primer siglo independiente, lucha que no tendrá fin hasta cumplir sus patrióticos y fundamentales objetivos.

 

* Diplomado en Historia Argentina y Latinoamericana.

Notas

(1) Nuestra Patria es América. Discursos y Documentos de Simón Bolívar. (2012). Carta de Jamaica (6-09-1815). Buenos Aires: Editorial Punto de Encuentro, pág. 71.

(2) Bolívar, Ob. Cit. Carta al Gral. Francisco de Paula Santander del 6 de enero de 1825, pág. 153.

(3) Bolívar, Ob. Cit. Carta de Jamaica, pág. 77.

(4) Ídem, pág. 154.

(5) Ídem, pág. 155.

(6) Ídem, pág. 157.

(7) Respuesta del Congreso General y Constituyente de las Provincias Unidas del Río de la Plata al Gral. José de Sucre, renunciando a las Provincias del Alto Perú (Bolivia).

(8) R. A. Ferrero (2015). De Murillo al rapto de Panamá. Las luchas por la unidad y la independencia de Latinoamérica (1809-1903). Buenos Aires: Imago Mundi. Colección Indeal, pág. 51.

(9) Ídem, pág.33

(10) Carta del 4 de enero de 1830 de Vicente López y Planes al Gral. José de San Martín

(11) Jorge Abelardo Ramos (2006). Historia de la Nación Latinoamericana. Dirección de Publicaciones del Honorable Senado de la Nación, pág. 207..

(12) Ídem, pág. 208.

(13) Bolívar, Ob. Cit. Carta al Gral. José de Sucre, pág. 166.

(14) Bolívar, Ob. Cit. Carta al Gral. Antonio Gutiérrez de La Fuente, pág. 182.

(15) Ídem, pág. 183.

(16) Ídem, pág. 183.


Imagen de portada: Fuente: Telesur.net