El mandato bolivariano

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Simón Bolívar (junto a José Martí) es uno de los Libertadores que más textos ha dejado escritos para conocimiento de la posteridad. Comenzamos aquí un breve recorrido por el pensamiento fundamental del venezolano.

 

Por Elio Noé Salcedo*

Lo que puede ponernos en actitud de expulsar a los españoles y de fundar un gobierno libre… es la unión, ciertamentele decía Simón Bolívar a su interlocutor en aquella que se conocería como la Carta de Jamaica (1815)-. Mas esta unión no nos vendrá con prodigios divinos, sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos…” (1).

Aunque el Libertador era consciente de las divisiones y distancias entre los Estados nacientes y sobre todo de sus clases dirigentes, deseaba “más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riqueza que por su libertad y gloria” (2). “Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo Gobierno que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse” (3).

¡Qué bello sería –proseguía- que el istmo de Panamá fuera lo que el de Corinto para los griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congreso de los representantes de las repúblicas (la mayoría), reinos (Guatemala y Chile) e imperios (Brasil) a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras partes del mundo” (4).

Si bien creía “infundada” la esperanza del abate St. Pierre que concebía “el laudable delirio de reunir en un congreso europeo para decidir de la suerte y de los intereses de las naciones”, en cambio tenía esperanza de que “esta especie de corporación (Nuestra América) podrá tener lugar en alguna época dichosa de nuestra regeneración”  (5). El tiempo demostraría lo fundado de “aquel delirio” de la Unión Europea y el desafortunado destino de la Patria Grande Americana, disgregada por más de dos siglos en más de veinte “Naciones”, hasta hoy.

Ya casi al finalizar su carta más conocida, Bolívar reafirma su convicción de que “la unión es la que nos falta para completar la obra de nuestra regeneración”. Pero advertía con lucidez y conocimiento de causa: “Sin embargo, nuestra división no es extraña, porque tal es el distintivo de las guerras civiles formadas generalmente entre dos partidos: conservadores y reformadores. Los primeros son, por lo común, más numerosos, porque el imperio de la costumbre produce el efecto de la obediencia a las potestades establecidas; los últimos son siempre menos numerosos aunque más vehementes e ilustrados. De este modo la masa física se equilibra con la fuerza moral, y la contienda se prolonga siendo sus resultados muy inciertos. Por fortuna, entre nosotros, la masa ha seguido la inteligencia” (6). Sin duda, a esa conjunción de intereses y acción se debió el éxito de la guerra de la Independencia. Suele ser así en las épocas de alza.

Por el contrario, ¿será “el imperio de la costumbre” que “produce el efecto de obediencia a las potestades establecidas” la causa de las derrotas populares en las épocas de reflujo, como la que llevó nuevamente al poder al neoliberalismo? Bolívar entendía que “el hábito a la obediencia sin examen, había entorpecido de tal manera nuestro espíritu, que no era posible descubriésemos la verdad ni encontrásemos el bien” (7).

A dos siglos de esas reflexiones, no hay dudas de que la contienda se prolonga, que las fuerzas aparentemente se han emparejado por distintas razones y que, en medio de una gran confusión por las mentiras y falsedades del enemigo y los propios errores, limitaciones y debilidades, no hay otra solución que reunir la fuerza del número con la idea (la masa con la inteligencia) para triunfar definitivamente sobre las fuerzas conservadoras que aparecen como promotoras del “cambio”. Por ello es fundamental adquirir una conciencia histórica colectiva, permanente, trascendente y cohesionada, requisito de una profunda conciencia política y de un modelo nacional y latinoamericano.

Es tiempo ya –rezaba la convocatoria al Congreso de Panamá firmada en Lima por el Libertador Bolívar, dos días antes de la Batalla de Ayacucho (diciembre 1824)- de que los intereses y las relaciones que unen entre sí a las repúblicas americanas, antes colonias españolas, tengan una base fundamental que eternice, si es posible, la duración de estos gobiernos” (8), que “de hecho ya están confederados” (9). De no hacerlo así, “preveo retardos y perjuicios inmensos, a tiempo que el movimiento del mundo lo acelera todo, pudiendo también acelerarlo en nuestro daño” (10). Estaba convencido de que “ninguna nación se hizo nunca estimar sino por la práctica de estas ventajas: ninguna se hizo respetable sin la unión que la fortifica” (11).

Desde 1805, en que jurara desde una colina romana por el Dios de sus padres, por su honor y por la patria, no dar descanso a su brazo ni reposo a su alma hasta romper las cadenas que nos oprimían por voluntad del poder español (pensamiento independentista), Simón Bolívar se había manifestado por la unidad de toda América hispánica, pues “nuestra división, y no las armas españolas nos tornó a la esclavitud” (12), en tanto “el solo título de americanos será la “garantía y salvaguardia” para “los hijos de América” (13).

Cabe aclarar, por si existiera alguna suspicacia sobre el Libertador en cuanto a una posible actitud de sumisión o confusión panamericanista, que cuando Bolívar habla de «América», habla de la América española (ya mestizada) y no de la América anglosajona (que había logrado su independencia en 1776), previniéndonos en numerosos párrafos de sus cartas, escritos y discursos sobre la indiferencia, falsedad o peligrosidad de esa otra América para los intereses hispanoamericanos.

Bolívar sabía muy bien que Ibero América era el teatro político donde debía jugar “la grande escena que nos corresponde como poseedores de la mitad del mundo”. Al mismo tiempo advertía que “todo era extranjero en este suelo” y “nada debíamos ni aun imitar” (14).

Y consecuente con ese pensamiento, reafirmaba: “La América entera está teñida con la sangre (nuestra) americana… México, Venezuela, Nueva Granada, Quito, Chile, Buenos Aires (las Provincias Unidas del Río de la Plata) y el Perú presentan heroicos espectáculos de triunfos; por todas partes corre en el Nuevo Mundo la sangre de sus hijos… Este ejército pasará con una mano bienhechora rompiendo cuantos hierros opriman con su peso y oprobio a todos los americanos que haya en el norte y sur de la América meridional” (15).

Y hay una definición en este mismo discurso que establece y reafirma un principio y un mandato fundamental del pensamiento nacional latinoamericano: “Esta mitad del globo pertenece a quien Dios hizo nacer en su suelo”. No hay diferencias entre los nacidos antes de 1492 y los nacidos en este suelo después de 1492: somos todos americanos y dueños del lugar donde nacimos. “Hagamos que el amor ligue con un lazo universal a los hijos del hemisferio de Colón” (16). Unidad e identidad, y no división ni  diferenciación, era el primer mandato bolivariano.

 

* Diplomado en Historia Argentina y Latinoamericana.

Notas

(1) Bolívar S. (2012). Nuestra Patria es América. Discursos y Documentos de Simón Bolívar. “Carta de Jamaica” (A Henry Cullen), Kingston, 6 de septiembre de 1815. Buenos Aires: Editorial Punto de Encuentro, pág. 77.

(2) Ídem, pág. 68.

(3) Ídem, pág. 74.

(4) Ídem, pág. 74.

(5) Ídem, pág. 75.

(6) Ídem, pág. 77.

(7) Bolívar. Discurso en el Acto de instalación del Gobierno de las Provincias Unidas de Nueva Granada del 23-01-1815, pág. 45.

(8) Bolívar. Convocatoria al Congreso de Panamá, pág. 147.

(9) Ídem, pág. 148.

(10) Ídem, pág. 150.

(11) Bolívar. Ob. Cit. Mensaje a la Gran Convención de Ocaña (ante la crisis en que se debatía la Gran Colombia en 1826 y 1827), pág. 211.

(12) Bolívar. Manifiesto de Cartagena del 15-12-1812, pág. 15.

(13) Bolívar, Decreto de Guerra a Muerte del 15-07-1813, pág. 25.

(14) Bolívar. Ob. Cit., pág. 45.

(15) Ídem, pág. 47.

(16) Ídem, pág. 49.

 


Imagen de portada: El Libertador Simón Bolívar, firmando el decreto de guerra a muerte contra los españoles. Fuente: Wikipedia