¿Desde dónde elegimos mirar la historia?

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En la medida en que el observador forma parte del universo observado, la verdad histórica resulta según sea el punto de vista del observador y el lugar que ocupa en la sociedad.

 

         “Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia: la verdadera historia”
Litto Nebbia

 

Por Elio Noé Salcedo*

El hombre es un ser histórico que forma parte de un tiempo, espacio y trama determinada; de ahí la importancia de conocer y comprender nuestro tiempo pasado y a través de él poder también entender el presente. No obstante, nos preguntamos si esa comprensión del tiempo, espacio y trama son pasibles de una interpretación unívoca o responde a distintos principios  o ideologías que orientan a la sociedad y cuyo conjunto de ideas son las que nos llevan al debate e incluso a profundas divisiones**.

Uno de los padres de la Cibernética de Segundo Orden, el científico alemán-estadounidense Heinz von Foerster, decía: “El problema de la ciencia es la ilusión de ser capaz de hacer afirmaciones objetivas, es decir, afirmaciones independientes del observador”. El principio general, argumentaba el científico, es que “las propiedades que se cree residen en las cosas, resultan ser aquellas del observador” (1), verdad comprobable si la completamos con esa otra de que es la existencia la que determina la conciencia (2).

En efecto, el observador nunca es ajeno sino que forma parte del universo observado. Dicho en criollo: todo es según el cristal con que se mira. La argumentación del científico y a la vez filósofo de la ciencia era tan simple como lógica: “Las afirmaciones subjetivas son hechas por sujetos. Las afirmaciones objetivas son hechas por objetos. Pero lamentablemente los objetos no hacen ningún tipo de afirmaciones” (3).

A propósito, en El tema de nuestro tiempo (1923), el filósofo y ensayista José Ortega y Gasset sostenía algo parecido: “Cada vida es un punto de vista sobre el universo. En rigor, lo que ella ve, no lo puede ver otra. Cada individuo, persona, pueblo, época es un órgano insustituible para la conquista de la verdad. Yuxtaponiendo las visiones parciales de todos se lograría tejer la verdad omnímoda y absoluta”. Ahora bien, “si varía el lugar que el contemplador ocupa, varía también la perspectiva. El punto de vista abstracto solo proporciona abstracciones. La concepción utópica es la que se crea desde ningún sitio y que, sin embargo, pretende valer para todos. Querer ver algo y no querer verlo desde un preciso lugar, es un absurdo” (4).

 

Objetividad, neutralidad y punto de vista

No hay una historia neutra –asegura Norberto Galasso-, así como tampoco existe un periodismo objetivo. Solo que se debe reconocer la existencia de diversas interpretaciones, las que a su vez responden a distintas ideologías”. Es “debido al enfrentamiento de diversas ideologías” que han surgido “distintas corrientes historiográficas, cada una de las cuales sostiene diferentes interpretaciones del ayer, que repercuten en el hoy y pretenden mantenerse hacia el futuro” (5).

En su estudio preliminar sobre las corrientes historiográficas argentinas, apunta  Galasso: “No se debe condenar a los historiadores por parciales o tendenciosos, pero sí se les debe reclamar que se reconozcan como tales”, pues “el gran engaño no consiste en que Bartolomé Mitre o Alfredo Grosso interpreten la historia desde su concepción liberal-conservadora, sino que lo hagan pretendiendo que sus visiones son neutras, no obedecen a ideología alguna y, por lo tanto, deben enseñarse en las escuelas como la única y verdadera historia” (6). Es conocida la idea de Von Foerster de que “toda teoría que da por sentado lo que pretende explicar termina siendo una tecnología, o bien… una ideología” (7).

Desde el revisionismo federal y latinoamericano, al prologar un libro de Alfredo Terzaga y darle una vuelta de tuerca al tema, Denís Conles Tizado asegura que “la objetividad no es neutral. Lo neutral es ajeno a la realidad, no la comprende y, en última instancia, no le interesa. Desde la neutralidad es imposible explicar ningún hecho humano”. En todo caso, la objetividad “observa la realidad y busca en ella la verdad”. La condición para Conles, en tanto buscadores de la verdad histórica, es que ella “exige, a su vez, no solo la disciplina de mirar, sino también la disciplina de pensar”, pues para encontrar la verdad, como decía Hegel, “se requiere la audacia de equivocarse”, y esta audacia “es la que le falta a los neutrales” (8).

Dándole un lugar destacado entre las causales o factores que han determinado una manera o perspectiva de entender la historia (principalmente la historia oficial) Terzaga consigna: “Una causa de tales extravíos radica en que nuestra historia fue escrita por sus propios actores, y para servir de justificación a sus propios partidos” (9). Por esa misma razón, coincide Jauretche, “pedirles objetividad es imposible”.

Juan Baustista Alberdi (el segundo Alberdi) –a quien podríamos considerar un precursor del revisionismo histórico- descubre el precinto ideológico con que se pretendió sellar el conocimiento de nuestra historia: “En nombre de la libertad y con pretensiones de servirla –escribe Alberdi-, nuestros liberales Mitre, Sarmiento y Cía, han establecido un despotismo turco en la historia, en la política abstracta, en la leyenda, en la biografía de los argentinos. Sobre la Revolución de Mayo, sobre la guerra de la Independencia, sobre sus batallas, sobre sus guerras, ellos tienen un alcorán que es de ley aceptar, creer, profesar, so pena de excomunión por el crimen de barbarie y caudillaje” (10).

Si, como dice Terzaga, la tendencia de la escuela oficial es a petrificar los personajes de la historia, “convirtiéndolos en “tipos” (11), al mismo tiempo –advierte Jauretche-,  “toda la historia oficial se basa en la exclusión de la sociedad, de los movimientos de las multitudes y de la realidad económico-geográfica en que se asientan y de la vida cultural propia que representa su continuidad (12). De ese modo, la historia se convierte en “historia de héroes y antihéroes, o de hechos separados de la trama histórica a que pertenecen”, determinando una historia de “santos y diablos, y de pecados y de virtudes, según sirvan o no a la Política de la Historia (13).

Esa visión de la historia nos impide conocer la verdad de fondo sobre hechos y conductas cuyas consecuencias históricas –en tanto se trata de una historia inconclusa, “llena de pleitos sin fallar”- nos afectaron en el pasado, nos siguen afectando en el presente y, de no reparar definitivamente, nos seguirán afectando en el futuro.

 

* Diplomado en Historia Argentina y Latinoamericana.

** Estos conceptos forman parte del trabajo final que realizáramos con María Laura Boronat para la Diplomatura en Historia Argentina y Latinoamericana (2015): “¿Desde dónde mirar la historia?”.

Notas

(1) H. V. Foerster (1991). Las semillas de la cibernética. España: Gedisa.

(2) K .Marx – F. Engels (1845).La ideología alemana.

(3) Foerster, Ob. Cit.

(4) J. Orteaga y Gasset (1923). El tema de nuestro tiempo. España.

(5) N. Galasso (2014). Historia de la Argentina. Buenos Aires, Argentina.

(6) Ídem.

(7) Foerster, Ob. Cit.

(8) A. Terzaga (1995).Temas de Historia Nacional. Revolución y Federalismo. Con prólogo de Denis Conles Tizado. Córdoba, Argentina.

(9) Ídem.

(10)  J. B. Alberdi (1898). Escritos Póstumos. Buenos Aires, Argentina.

(11) Terzaga, Ob. Cit.

(12) A. Jauretche (1954). Política Nacional y Revisionismo Histórico. Buenos Aires: A. Peña Lillo SRL,  pág. 46.

(13) Ídem.


Imagen de portada: Obra de Cayetano Descalzi. Libre interpretación del artista C. Descalzi sobre la emboscada de Barranca Yaco en la que fue asesinado Facundo Quiroga. Fuente: Wikipedia