Bárbaros y civilizados en la historia argentina

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Una nueva reflexión sobre nuestra identidad nacional, que hace foco en la antinomia “civilización y barbarie” y las consecuencias que de ella se derivan.

 

Por Elio Noé Salcedo*

Ha llegado a tal extremo la disociación de nuestra conciencia nacional (complejos y prejuicios mediante), que muchos argentinos han creído ver barbarie en los movimientos nacionales y populares, y civilización en el neoliberalismo o en sus variantes falsamente “modernas” o “modernizadoras”. En ese trastoque de conceptos y, sobre todo, de confusión ideológica, se ha querido ver rasgos “bárbaros” en los que son rasgos de nuestra idiosincrasia criolla, y rasgos “civilizados” en los que no son sino rasgos de conservadurismo, conformismo social y/o de servilismo político, económico y/o cultural ante los grandes centros mundiales de poder o países hegemónicos.

Para los griegos y romanos, bárbaros eran los pueblos extranjeros, y civilizados los hombres de las “civis” o “civitas”, es decir los habitantes del país. A propósito, decía un historiador nacional: “Los hombres que trastocaban al país comenzaban por trocar la gramática” (1).

En realidad, solo podría ver bárbaros, o sea extranjeros, en sus paisanos, quien se siente extranjero en su propia patria o mira a sus compatriotas desde algún pedestal, círculo de elite o punto de vista extraño a nuestra geopolítica nacional. En ese sentido, muchos de nuestros intelectuales reputados se han sentido exiliados o extraños en su propia patria, o lo que es lo mismo, han sentido extraña la realidad y la sociedad que no coincide con sus esquemas académicos o intelectuales, aprendidos en libros sobre realidades ajenas y además diferentes a la nuestra.

Es de esa manera que los prejuicios antinacionales no han dejado ver los rasgos de civilización y progreso efectivo que traen aparejadas las políticas nacionales (industrialización, trabajo, mejores salarios, ampliación del mercado interno, alto consumo, seguridad social, leyes laborales, paritarias, desarrollo científico y tecnológico, etc.), al mismo tiempo que impiden  advertir los rasgos de atraso, dependencia e injusticia social que traen aparejadas las políticas neoliberales.

Asimismo, en lugar de discutir las cosas básicas y fundamentales -aún no resueltas después de 200 años de historia “independiente” (sin terminar de serlo)-, la corriente “modernizadora” –consciente o inconscientemente- pone por delante de los problemas nacionales fundamentales, los intereses individuales y sectoriales y las cosas secundarias y adjetivas.

De ese modo, el árbol de los problemas derivados y/o sobrevinientes en una sociedad en formación, no deja ver el bosque de los problemas nacionales preexistentes de la inmensa mayoría de los argentinos y, básicamente de la Nación en su conjunto, todavía en proceso de afianzamiento y auto afirmación. Ante la falta de consolidación del proyecto nacional, popular y democrático, van quedando en el camino –dejando girones, cuando no desaparecen directamente-, los derechos nacionales y sociales del conjunto (ocupación, seguridad social, salud pública, educación pública, etc.).

 

La enseñanza nacional

Como decíamos hace ya casi cuatro décadas (en plena dictadura militar), hasta ahora, ante el retroceso espiritual de la Argentina y de casi toda América Latina y el Caribe –fruto de la colonización pedagógica y cultural-, han sido los intereses antinacionales y/o extranacionales los que se han expresado preferentemente a través del libro, de la escuela, los planes de estudio, la prensa y los medios de comunicación masiva (ahora también Internet), con los resultados a la vista. Por eso, como decía Martín Fierro, “mejor que aprender mucho es aprender cosas buenas” (2).

Después de hacer el análisis de “La colonización pedagógica en la Educación de Sarmiento” (3), decíamos que nuestro intelectual colonizado “pensaba que la cultura provenía de los libros abarrotados de información e ideas, que para colmo no eran fruto de nuestra realidad, madre de toda sabiduría” (4). En la medida en que los libros venían de afuera y describían realidades distintas a las nuestras, “obviamente su lectura no podía enseñar las causas de nuestros males ni la manera de solucionarlos” (5). En ello reside la diferencia entre educación nacional y colonización pedagógica

La esencia de la cuestión educacional en la Argentina, como también en América Latina y el Caribe, “pasa por el contenido de la enseñanza. Allí reside su drama: en la falta de contenido nacional de sus programas”. Por eso decíamos que la refundación de la Patria, la conquista definitiva de América y nuestra segunda Independencia debía empezar, “sin rodeos formalistas por la misma nacionalización de los programas de estudio de la escuela y de las universidades argentinas (y latinoamericanas). A la colonización pedagógica no podemos sino oponerle la descolonización pedagógica y cultural (6), de tal suerte que –como decía Ricardo Rojas, precursor de la Reforma Universitaria, en su Informe Educacional de 1909 (7)-, “hoy se plantea para algunos espíritus un verdadero problema de restauración nacional”, pues “para cohesionarnos de nuevo, para conservar el fuerte espíritu nativo que nos condujo a la Independencia, no nos queda otro camino que el de la educación acertadamente conducida a esos fines” (8).

Nuestra enseñanza –como la autoenseñanza procurada por Sarmiento, creador de nuestra Escuela-, no ha contribuido a crear la necesaria conciencia de nuestros problemas y soluciones, “a causa de vacío enciclopedismo y la simiesca manía de imitación, que nos llevara a estériles estudios universales en detrimento de una fecunda educación nacional” (9).

Por eso es que Rojas pedía en 1909, sin que el panorama haya cambiado demasiado: “… tendrán estas generaciones que dividirse entre los que quieren el progreso a costa de la civilización, entre los que aceptan que la “raza” (criolla) sucumba entregada en pacífica esclavitud al extranjero, y los que queremos el progreso con un contenido de civilización propia que no se elabora sino en sustancia tradicional” (10), o lo que es lo mismo decir, volviendo a las raíces latinoamericanas que defendían nuestros Libertadores con las armas y con la pluma en la mano desde México a Tierra del Fuego.

*Diplomado en Historia Argentina y Latinoamericana

Notas

1- M. Rosa.

2- Hernández. Martín Fierro.

3- N. Salcedo (1986). Recuerdos de “una provincia ignorante y atrasada”. Editorial Sanjuanina, pág. 51.

4- Ídem, pág. 85.

5- Ídem, pág. 86.

6- Ídem.

7- Rojas. Informe Educacional de 1909 (publicado como “La restauración nacionalista).

8- Ídem.

9- Ídem.

10- –Ídem.


Imagen: Portada de Facundo, de Domingo F. Sarmiento.