Las mujeres sanjuaninas y la Reforma

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Fue la docencia en San Juan la que permitió superar las dificultades que a principios del siglo XX tenían las mujeres de clase media alta para ejercer y desarrollar su vocación profesional, cualquiera fuera.

 

Por Elio Noé Salcedo

Hacia 1918, aunque los reformistas pensaron que habían tirado abajo el último bastión de los privilegios, no obstante, por bastante tiempo, seguiría siendo un espacio solo reservado a los varones. “Aquellas mujeres que miraban la Reforma como quien está detrás de un vidrio –acierta la investigadora Silvia Barei-, habrían dicho con más derecho que nadie: “Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan”.

En efecto, cuando solo había cinco universidades en todo el país, la mujer estaba sujeta a ciertas realidades que condicionaban su existencia: una sociedad dominada por varones, una cultura machista heredada de padres y abuelos, y a su vez el contexto político, económico y social que condicionaba y determinaba la existencia de mujeres y varones, sin distinción de género.

Si entendemos que San Juan no tenía Universidad y la educación superior se circunscribía a grandes ciudades como Córdoba, Buenos Aires, La Plata, Santa Fe y Tucumán, salvo contadas excepciones de familias del Interior que podían mandar sus hijos a estudiar a esas grandes ciudades –casi exclusivamente a varones-, podemos deducir que las mujeres sanjuaninas por aquel entonces estaban lejos de acceder a la educación universitaria.

Como bien dice Patricia Blanco en su investigación sobre las mujeres sanjuaninas a principio del siglo XX, la inserción en el campo laboral de la docencia (Educación Primaria y Particular), prácticamente era la única profesión para las mujeres, sobre todo de clase media alta. Como bien señala esa investigación, fue la docencia en San Juan –y no mucho más- la que permitió superar las dificultades que a principios del siglo XX tenían las mujeres de esa clase social para ejercer y desarrollar su vocación profesional, cualquiera fuera, y le “abrió puertas para desplegar sus aptitudes y potencialidades dentro de los mandatos culturales”… “sin necesidad de enfrentar el modelo vigente, puesto que contaban con la aprobación de la sociedad, que a su vez les confiaba la formación de sus hijos”.

En sus memorias, Cecilia Grierson, la primera mujer médica del país (1889), señalaba: “No era posible que a la mujer que tuvo la audacia de obtener en nuestro país el título de médica cirujana, se le ofreciera alguna vez la oportunidad de ser jefa de sala, directora de algún hospital, se le ofreciera algún puesto de médica escolar, o se le permitiera ser profesora de la universidad”.

En efecto, si bien para reconocer los inicios de la presencia de la mujer en la educación superior hay que remitirse a los últimos años del siglo XIX (primera mujer Partera en 1884, primera Farmacéutica en 1885, primera Médica en 1889, segunda en 1892), debemos reparar también que, en la Universidad de la Reforma, en 1923 había solo cinco mujeres inscriptas, veinticinco en 1932 y tan solo cuarenta y ocho en 1935.

 

Las mujeres y las luchas colectivas

Las cifras mencionadas irían en aumento en la medida en que las mujeres fueron avanzando en la conquista de sus derechos colectivos.

Sin constituir un fenómeno de masas a nivel nacional, hubo organizaciones en la Argentina que reclamaron los derechos civiles y políticos de las  mujeres: el Centro Femenino  Socialista, fundado en 1902; la Unión Feminista Nacional que presidió Alicia Moreau de Justo; el Centro Feminista creado en 1905 por Elvira Rawson; el Comité pro Sufragio Femenino; la Asociación Pro Derechos de la Mujer (en la que participó la escritora Alfonsina Storni); el Partido Feminista Nacional, organizado por la italiana, nacionalizada argentina, Julieta Lanteri.

Asimismo, en 1906 se celebró el Primer Congreso Internacional de Libre Pensamiento. A instancias de la Asociación de Mujeres Universitarias, en mayo de 1910 tuvo lugar en Buenos Aires el Primer Congreso Femenino Internacional, presidido por Cecilia Grierson. En 1911, la militante feminista Julieta Lanteri, luego de varios intentos, logró votar en elecciones municipales en Buenos Aires. Dos años después de la Reforma, las feministas pudieron organizar un ensayo de sufragio femenino en el que votaron 4.000 mujeres. Fueron candidatas Alicia Moreau de Justo por el Partido Socialista, Elvira Rawson de Dellepiane por la Unión Cívica Radical y Julieta Lanteri por el Partido Feminista Nacional.

Como señala Adriana María Valobra, el feminismo surgió unido a la actuación de las mujeres en los partidos políticos, pues muchas de quienes lo profesaban, lo hacían desde una militancia partidaria, que antecedía o iba a la par de esa reivindicación. Aunque también se dieron experiencias de excepción por fuera de los partidos. En ese sentido, el ingreso de las mujeres en la Universidad estuvo estrechamente ligado a las luchas colectivas de los movimientos populares.

No es casual que el  ingreso masivo de las mujeres a la Universidad no se produjera hasta que el colectivo popular en general (a través de un gobierno que respondía a los intereses generales de la sociedad) no resolviera el ingreso gratuito a la educación superior, por un lado, elevara el nivel de vida de las clases trabajadoras, y el sufragio universal fuera una realidad para todas las mujeres argentinas, expresiones políticas y sociales de la superación de una sociedad restrictiva, elitista y conservadora. Sin embargo, paradójicamente, a pesar de la Reforma, la inclusión de la mujer en las universidades siguió formando parte de “los dolores que quedan”.

Resulta al menos llamativo que recién en el siglo XXI las mujeres llegaran a ocupar el más alto cargo de una Universidad Nacional: en 2002, María Victoria Gómez de Erice, en la Universidad Nacional de Cuyo; en 2007 y 2010, Carolina Scotto, en la Universidad Nacional de Córdoba; en 2014, Delfina Veiravé, en la Universidad Nacional del Nordeste; y, Alicia Bardón, en la Universidad Nacional de Tucumán. La Universidad Nacional de San Juan tendría su primera vicerrectora mujer en 1983, la Prof. Cristina Krausse; en 2005 la Lic. Norma Rossa; la Prof. Nelly Filippa en 2008; y en 2012 y 2016, la Especialista Mónica Coca.


Imagen de portada: Patio de la Casa de Trejo, Universidad Nacional de Córdoba. Fuente: ahoraeducacion.com