Alfonsina Storni, hija adoptiva de San Juan

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Escritora y poetisa, Storni (1892-1938) intervino en la creación de la Sociedad Argentina de Escritores, creó la Asociación por los Derechos de la Mujer junto a otras mujeres y fue una de las fundadoras de la Unión Feminista Nacional, entre otras militancias.

 

Por Elio Noé Salcedo

Aunque Alfonsina Storni no es argentina, y, obviamente, tampoco sanjuanina, figura en este rescate histórico porque San Juan la adoptó como una de sus hijas dilectas durante los primeros ocho años de su apenas cuadragenaria existencia.

En esos años de su estancia en San Juan, Alfonsina aprendió las primeras letras, que le alcanzarían luego su merecida fama de escritora y poetisa al lado de otras mujeres destacadas de su época y de su profesión como Gabriela Mistral (chilena) y Juana de Ibarborou (uruguaya).

Había nacido en 1892 en Tesino, la Suiza de habla italiana, y llegó a San Juan con sus padres en 1893. Sus padres ya habían vivido en San Juan. Aquí habían nacido sus dos hermanos anteriores, por lo que la provincia resultaba de una u otra manera el hogar de sus padres.

En San Juan,  según cuentan sus biógrafos, Alfonsina pasó sus primeros años “atrapada por la magnificencia de los Andes y las arboledas de Puyuta”, y aquí comenzó sus estudios primarios*.

Asistió al Jardín de Infantes de la Escuela Normal de Maestros y realizó sus estudios primarios en esa misma escuela, hasta 1900. Allí dejó gratos recuerdos como recitadora. Siempre dirigida por su madre, aprendió a recitar y cantar con excelencia versos infantiles, como se la recordaría en los medios festivos sanjuaninos. Tenía a quien salir, pues doña Paolina (la madre de Alfonsina) se destacaba por sus condiciones artísticas, sobre todo de cantante.

Por la brillante escenificación de “La infancia de la Argentina” en el día patrio, el diario local “La Unión” reconocería en Alfonsina (26/05/1900) la “relevante personalidad artística y el excepcional dominio interpretativo de la precoz educanda”. En su poema “El canal”, incluido en uno de sus ocho libros de poesías, Alfonsina recordaría el hogar cercano a la Escuela, por cuyo fondo pasaba el canal que proveía de agua de riego y refresco al vecindario.

 

La cordillera, el mar y el firmamento

No obstante, si las montañas sanjuaninas le habían dado a Alfonsina la capacidad para elevar su espíritu a través de la poesía -que cultivaría desde los 12 años-, el infortunio la acompañaría desde el mismo momento en que su familia debió dejar San Juan por serios problemas económicos y radicarse en Rosario.

Tras la muerte de su padre en 1906, que dejó a su familia casi en la pobreza total, Alfonsina debió dejar la escuela transitoriamente para emplearse en una fábrica de gorras y después como cajera de una farmacia. Sin embargo, a pesar de esa adversidad, o tal vez por ella, que le dio profundidad a su pensamiento, Alfonsina comenzó a escribir en Rosario sus primeras poesías y realizó algunas representaciones teatrales, hasta convertirse en la primera mujer en la Argentina que entró a formar parte de la comunidad de escritores, tanto que intervino en la creación de la Sociedad Argentina de Escritores, sin dejar de levantar el tono de su voz para expresar nuevas ideas y nuevos problemas, con frecuencia olvidados por la poesía tradicional.

Ya en Buenos Aires, siendo madre soltera, su vida sería una permanente lucha por ser ella misma, sin dejar de militar junto a reconocidas feministas de su época. Con Elvira Rawson de Dellepiane, Adelina Di Carlo y Emma Day fundó la Asociación por los Derechos de la Mujer. Junto a Julieta Lanteri, Carolina Muzilli y Alicia Moreau de Justo formó la «Liga contra la trata de blancas», dirigida por Petrona Eyle. Y en 1920 fue una de las fundadoras de la Unión Feminista Nacional (UFN) con Alicia Moreau de Justo, entre otras actividades feministas en las que se comprometería.

En publicaciones de la época es posible rastrear numerosas colaboraciones y conferencias de la rebelde escritora, en las que a la vez que revela su condición natural de artista, reclama vehementemente todos los derechos que se le niegan a la mujer, de la que ella es su más digna representante en la literatura y el periodismo.

Vinculada a las vanguardias literarias de su época, intercambia poemas con el mexicano Amado Nervo y el nicaragüense Rubén Darío; intercambia correspondencia con el uruguayo Enrique Rodó; cultiva la amistad de escritores de su época, como Leopoldo Lugones, Arturo Capdevila, Manuel Gálvez, Fermín Estrella Gutiérrez, Horacio Quiroga y Leopoldo Marechal; y comparte ideales con pensadores latinoamericanistas de principio de siglo XX como Manuel Ugarte y José Ingenieros.

En ese escenario, y con esos protagonistas, Alfonsina Storni es considerada la voz femenina más importante de la poesía argentina, y su nombre se recuerda en la misma lista que integran en nuestra Patria Grande Sor Juana Inés de la Cruz, Gabriela Mistral, Juana de Ibarborou, María luisa Bombal, Rosario Castellanos e Isabel Allende.

A los 46 años, cuando presintió que su cáncer de mamas era irreversible, se trasladó a Mar del Plata. En la ciudad atlántica escribió sus últimos tres poemas, uno de los cuales, “Voy a dormir”, publicaría La Nación al día siguiente de su deceso, acaecido el 25 de octubre de 1938.

El apellido de esa hija adoptiva de San Juan tuvo arraigo en nuestra provincia a través de sus familiares, y su nombre logró instalarse definitivamente en el firmamento de la literatura argentina y latinoamericana. Tal vez, todavía pueda encontrarse su estrella en el diáfano cielo sanjuanino, “donde Dios se detuvo siendo niño”, según el decir de nuestra poetisa calingastina Ofelia Zúccoli Fidanza**.

* F. Mo (1990). Cosas de San Juan. Tomo IV.

** “Mi cuna es Calingasta”.


Imagen de portada: Alfonsina Storni a los 24 años cuando publicó «La inquietud del rosal». Inventario 7767. Archivo General de la Nación Argentina. Autor Desconocido (Wikipedia).