El 55 y el partido reformista

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En septiembre de 1955 encontraría al movimiento estudiantil trabajando para derribar a un gobierno popular. En cierta forma, esos sucesos -según el decir de uno de sus protagonistas- era “la revancha del estudiantado reformista”.

 

Por Elio Noé Salcedo*

Igual que el 6 de septiembre de 1930, septiembre de 1955 encontraría al movimiento estudiantil trabajando para derribar a un gobierno popular. En cierta forma, esos sucesos –según el decir de uno de sus protagonistas- era “la revancha del estudiantado reformista” (1).

Si para muestra basta un botón, en Córdoba, liberales de la Democracia Cristiana, facciones unionistas y sabattinistas de la UCR, socialistas, católicos que no habían tenido militancia política y ex peronistas nacionalistas de la CGU se habían organizado en “comandos civiles”. Los miembros del “Partido Reformista” integraban algunos de esos comandos. Se trataba de grupos de acción armados y entrenados en secreto por los oficiales de la Aeronáutica ligados a la elite católica de Córdoba (2).

Después de la renuncia obligada del presidente Perón a su cargo constitucional, aquella que era la cuna de la Reforma y a la vez plataforma de lanzamiento del golpe y ahora capital provisional de la República, festejó el triunfo con el gran “Desfile de la Victoria”. “Los centenares de reformistas que marchaban armados y con barba de cuatro a cinco días junto a los milicianos católicos –escribe Ferrero-, fueron incansablemente vitoreados por la muchedumbre de clase media que llenaba las avenidas y calles de la ciudad” (3).

Un estudiante católico de Córdoba declaraba a la revista “ESTO ES” veinte días después de los principales acontecimientos: “El 16 participé en la toma de la CGT, la que se rindió después de 30 minutos aproximadamente de tiroteo… El 21 fue el Día del Estudiante más bello de mi existencia. Cuando se anunció que la Junta Militar había aceptado todas las condiciones de nuestro Movimiento, las campanas se echaron a vuelo, comenzaron a sonar las sirenas y el pueblo todo inundó las calles llorando de alegría emocionada”. Años después, ese mismo estudiante reconocía que bajo aquella ideología se resumía no solo la confusión ingenua de aquellos combatientes, sino también la colaboración con el golpe que en los hechos llevaron adelante católicos, reformistas y liberales (4).

Ni el fracaso del levantamiento militar del 16 de junio de 1955 ni la represión posterior,  ni mucho menos la mano abierta ofrecida por Perón a la oposición el 5 de julio fueron útiles para frenar la agitación social. Por el contrario, a partir de aquel momento se extendió a los demás sectores de la clase media en todo el país (5).

Todas las facciones del estudiantado -católicos y reformistas-, llenas de fervor en el tramo final de las movilizaciones de agosto y septiembre, se lanzaron decididamente a la acción conspirativa (6). Como en 1930, el estudiantado se ponía del lado de los poderosos intereses antinacionales con argumentos democráticos. “Ha llegado la hora –diría una declaración del Centro de Estudiantes de Medicina de Córdoba- de que el estudiantado de Córdoba despierte del letargo sumido y luche por la libertad, la democracia y el reencuentro de la probidad y de la moral traumatizada gravemente por el régimen imperante” (7).

 

El llamado a la conciliación

Desde mediados del año ’55, el régimen del presidente Perón aparecía jaqueado por el avance de la oposición civil, militar y clerical. No obstante, la intentona golpista del 16 de junio, que dejó centenares de muertos en Plaza de Mayo, había fracasado, y su jefe, el Comandante Toranzo Calderón, había sido detenido. La marea antiperonista crecía en las clases medias y en la Iglesia y repercutía en las Fuerzas Armadas. Solo el movimiento obrero se mantenía fiel a Perón sin vacilaciones ni deserciones. Ante este panorama poco tranquilizador, el Presidente inició su política de contemporización con llamados a la pacificación y la designación de nuevos ministros (8).

Como había sucedido en el golpe de 1930 y volvería a suceder en otros golpes contra gobiernos constitucionales en nuestro país (en 1976, por ejemplo), en 1955 no todos se dejarían llevar por la gran presión social y el clima de terror contra los intereses nacionales y populares.

Uno de los sectores omnicomprensivos de la situación que se vivía por esos años fue la “Agrupación de Estudiantes Reformistas” (ADER), que había visto la luz a fines de 1954. Desde antes de su fundación oficial había comenzado a sostener la necesidad de un “replanteo de la Reforma Universitaria”, proceso que la había llevado a un alejamiento de las posiciones anquilosadas del antiperonismo sin perspectivas del “Partido Reformista” y a la ruptura con el reformismo tradicional. Dato curioso, dentro del clima reivindicatorio de la época, el activo femenino de ADER (afiliaciones y militancia) excedía en mucho a las agrupaciones reformistas de ese momento. ADER nunca se plegó al golpe. Por el contrario, aceptó generosamente la mano tendida de Perón, pero advirtiendo a la vez que la pacificación ofrecida “solo tendrá vigencia con la plena restitución de las garantías constitucionales”, aunque denunciaba a su vez a la oposición por “crear el clima que necesita el imperialismo para colonizar el país” (9).

Aparte de ADER, otros sectores que no estaban en el golpe eran los “Cuarenta Pelandrunes”, la gente de Dardo Cúneo y de Jorge Abelardo Ramos, parte del frondizismo y el Partido Comunista (antiperonista no golpista), “únicos grupos extremadamente minoritarios –sostiene Ferrero- que advierten el carácter reaccionario y oligárquico del golpe subversivo que se prepara contra el gobierno peronista” (10).

Los “Cuarenta Pelandrunes” (tal como los definió Perón al conocer su declaración de apoyo) fueron los firmantes de un documento que apareció el 30 de agosto de 1955 en la prensa, y que discursivamente ponía las cosas en su lugar:

Compartimos el anhelo general de pacificación, más entendemos que esa pacificación solo será posible si se reconoce y garantiza a la clase obrera y al pueblo los derechos y libertades que les faltan”, decía el documento denominado “Por una Convivencia Democrática”. Asimismo rechazaba “la idea de una pacificación fundada en la relegación de las masas populares”, y denunciaba “a las fuerzas reaccionarias, oligárquicas e imperialistas, eternas enemigas de la libertad, de la democracia y de la soberanía, que bajo el disfraz de la defensa de las libertades han ganado la calle en los últimos tiempos con el propósito de confundir las conciencias obreras y populares y detener el progreso político y social del país” (11).

Por su parte, si la Revolución Libertadora premiaba con libertades sectoriales y beneficios en el ámbito universitario a sus socios estudiantiles de las universidades nacionales, lo contrario sucedió con la Universidad Obrera Nacional (luego UTN), que por haber sido creada por el peronismo y posibilitar el ascenso técnico y social del obrero, contó con una acérrima persecución, a tal punto que estuvo en peligro de cierre por ser considerada por el gobierno de facto una creación “demagógica, política, clasista y de bajo nivel” (12).

Una vez más la historia ponía en escena la gran tragedia argentina del desencuentro entre sus clases más dinámicas y mayoritarias: la clase media y la clase obrera. Igual que en 1930, volvían a ganar los enemigos del pueblo y del país sin beneficio alguno para sus clases populares; y en lugar del progreso, sobrevendría otra vez un gran retroceso para todos los sectores ligados al destino nacional.

*Diplomado en Historia Argentina y Latinoamericana de la UNSJ y de la UNVM.

 

Notas

(1) M. Bravo Tedín (1970).  Historia del Barrio Clínicas. Córdoba: Edición El Universitario, Imprenta La Docta, pág. 239.

(2) R. Ferrero (2005). Historia Crítica del Movimiento Estudiantil de Córdoba. Tomo II (1943-1955). Córdoba: Alción Editora, pág. 174.

(3) Ídem, pág. 176.

(4) Revista “ESTO ES” (1955). Córdoba: edición de la semana del 8 al 14, pág. 34-35.

(5) C. Tcach (1991). Sabattinismo y Peronismo. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, pág. 251.

(6) ídem, pág. 252.

(7) Ídem, pág. 252.

(8) Ferrero, Ob. Cit., pág. 164.

(9) Comunicado de ADER, en diario “ORIENTACIÓN”, 31 de julio de 1955.

(10) Ferrero, Ob. Cit., pág. 173.

(11) Manifiesto «Por una convivencia democrática», Córdoba, 7 de Agosto de 1955 (Ejemplar en poder del historiador R. A. Ferrero).

(12) Información suministrada por Horacio Paccazochi, militante y ex estudiante de la UTN de Córdoba.


Imagen de la portada. Bombareo a la Casa Rosasda en 1955. Fuente: www.nacionalypopular.com