Los vientos cambiados de la contrarreforma

Comparte

Luego de la asunción de Marcelo T. de Alvear a la presidencia del país, la contrarreforma inicia su ofensiva con viento a favor.

 

Por Elio Noé Salcedo*

Concluido el gobierno de Hipólito Yrigoyen y comenzado el de Marcelo T. de Alvear (1922-1928), cambiaron los vientos y con ellos el impetuoso fuego de la Reforma. No obstante, el tiempo lo volvería a prender.

En realidad, la reacción anti reformista había comenzado ya al final de la primera gestión de Yrigoyen (1916-1922), aprovechando el clima de cambio de gobierno, contrario a los intereses de amplios sectores nacionales y populares. Es en esta coyuntura que la contrarreforma inicia su ofensiva, que no parará hasta ver derrocado a don Hipólito en 1930.

 

La primera contrarreforma

En 1921 es presentado un proyecto profesoral de “Representación estudiantil para informar y para exponer puntos de vista”, acorde con el retroceso que se viene. Saúl Taborda lo califica de “una transacción del autoritarismo con los prejuicios y las ilusiones de la democracia, con evidente ventaja para el autoritarismo a la antigua” (1). Lo curioso es que la punta de lanza de ese proyecto es el mismo rector Francisco de la Torre, elegido en mayo de aquel año con apoyo reformista. Pero no hay retroceso sin traiciones. Además, se instala fuera de la Universidad –en la prensa, en los partidos y en distinto tipo de asociaciones- el ataque al movimiento reformista donde más le duele.

Saúl Taborda, que ha vuelto a Córdoba después de ser desprovisto de su cargo de Rector del Colegio Nacional de La Plata por obra de la contrarreforma, se suma al activismo estudiantil en defensa de los logros de 1918. Al ataque de “Los Principios”, de la “Unión Popular Católica Argentina” y de la tristemente célebre “Liga Patriótica” de Manuel Carlés, protagonista de las persecuciones antiobreras y de los pogroms (2) de 1919, los reformistas –organizados a través del “Comité de Agitación Liberal” responden con actos públicos y movilizaciones de masas.

El 24 de septiembre de 1922 –18 días antes de la asunción de Alvear-  una gran manifestación de más de 8.000 personas (casi el 10% de la población de la ciudad de Córdoba) es atacada por la policía conservadora frente al teatro Rivera Indarte, con un saldo de muchos contusos y varios presos. Taborda, acompañado de Gregorio Bermann y del estudiante Luis Dellepiane concurre a la Jefatura de Policía para interceder por los últimos presos, y queda a su vez detenido en el acto. Solo un Hábeas Corpus presentado por el abogado Deodoro Roca los devuelve a la libertad (3). En ese contexto convulsionado, el 5 de octubre de aquel año diserta en Córdoba con gran éxito José Vasconcelos, gran latinoamericanista y por entonces ministro de Educación Pública del gobierno revolucionario mexicano de Álvaro Obregón (1920-1924).

Veinte días después –ya en funciones el presidente Alvear-, el Consejo Directivo de la Facultad de Medicina de la UNC designa delegados de esa casa ante el Consejo Superior a los jóvenes profesores Gurmersindo Sayago y Horacio Miravet. El Rector se niega a incorporarlos argumentando que entre la mayoría de los profesores progresistas existe una tendencia “que trabaja para prorrogar en la casa un espíritu de revolución y de gobierno de círculo”, y la universidad se encuentra “ante el peligro inminente de caer bajo el dominio de una facción demagógica” (4). A esta altura de la historia, los argumentos no parecen originales y se repiten consuetudinariamente. Como resultado de ese pensamiento antirreformista surge el proyecto de un nuevo estatuto que recorta la influencia de los estudiantes y del profesorado reformista.

 

Negación, persecución y huelga

Caldeado el ambiente por las maniobras limitacionistas del Rector y por el rumor de que no se concederán turnos de exámenes para julio, en marzo de 1923 el Consejo Directivo de Medicina insiste en su propuesta y el doctor De la Torre, con argumentos puramente formales, vuelve a negar la incorporación de Sayago y Miravet (4). La FUC pide entonces la renuncia del Rector, al que cataloga públicamente de “traidor a la Reforma”. Como se sabría después por un manifiesto de la Federación Universitaria de Córdoba, en aquella oportunidad, la misma traición habían cometido “en otras universidades del país testaferros de la reacción” (6).

Lejos de renunciar, De la Torre acentúa la persecución y el 21 de marzo de 1923 exonera a Gregorio Bermann de sus cargos de director titular de la Biblioteca Mayor e interino de la “Revista” de la Universidad por razones de “moral administrativa” (7).

El 16 de abril, el estudiantado impide alborotadamente la sesión del Consejo Superior y es rudamente golpeado y desalojado por el Escuadrón de Seguridad. Esa misma noche, la FUC declara la huelga general. Hay desórdenes en el Hospital de Clínicas. El Rector clausura la Universidad y parte a buscar apoyo en las altas esferas del gobierno nacional. Se pliegan los alumnos del Colegio Monserrat y de la Escuela de Comercio. Los Consejos Directivos de Derecho, Medicina e Ingeniería se autoconvocan a un plenario para pedir que la Asamblea Universitaria deponga al Rector.

 

Desenlace

En esas circunstancias apareció la Intervención como una solución al conflicto. La Federación Universitaria de Córdoba levantó la huelga el 23 de abril de 1923 y se produjo la esperada renuncia del rector De la Torre. Llegaba la intervención del Dr. Sagarna, con su famoso “Estatuto” y finalmente la elección del Dr. Romagosa el 2 de julio de 1923.

Si bien el sector clerical no había quedado muy conforme con la elección de Ernesto Romagosa como Rector de la UNC después de la intervención de Sagarna (que pronto asumiría como ministro de Instrucción Pública de M. T. de Alvear), no obstante consiguió imponer como Vicerrector a Julio Echegaray y como Decano de Derecho al doctor Henoch E. Aguiar, representante del ala “azul” del radicalismo cordobés. Parecía mentira, pero una candidatura que en 1918 “hubiese escandalizado y tres años después hecho reír por lo absurdo” (8), según el decir de La Voz del Interior, ahora se imponía anacrónicamente en una época de reflujo político y social.

 

Epílogo

El Dr. Aguiar había renunciado en 1919 a su cargo de Intendente de Córdoba cuando el Consejo Deliberante aprobó la Ordenanza 2146 que otorgaba a los trabajadores jornada de ocho horas, pago quincenal y descanso semanal. Los fundamentos de la renuncia de Aguiar estaban a la altura del personaje: “No es dable promulgar y ejecutar esa ordenanza sin contrariar mis principios” (9). La grieta entre unos y otros principios era evidente.

 

* Diplomado en Historia Argentina y Latinoamericana de la UNSJ y de la UNVM.


Notas

(1) R. Ferrero (1999). Historia Crítica del movimiento estudiantil de Córdoba. Alción Editora, pág. 27.

(2) Agresión multitudinaria, espontánea o premeditada anti-judía.

(3) Ídem, pág. 28.

(4) Los Principios del 3 de mayo de 1923. Nota de renuncia de Francisco De la Torre al rectorado de la UNC del 2 de mayo de 1923.

(5) Ferrero. Ob. Cit., pág. 29.

(6) El País del 27 de julio de 1924.

(7) Ferrero. Ob. Cit., pág. 29.

(8) En La Voz del Interior del 27 de julio de 1924.

(9) L. Marcó del Pont (1986). Historia de la Reforma Universitaria. Universidad Nacional de Córdoba, pág. 14.

 


Fuente de la imagen de portada: Corredordelasideas.blogspot.com.ar