El pensamiento lineal y la contrarreforma

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Durante el gobierno de Marcelo T. de Alvear la contrarreforma contradijo la idea de que la Reforma Universitaria había venido a quedarse para siempre y podía subsistir así tras los muros que la protegían de la realidad política y social.

 

Por Elio Noé Salcedo

El pensamiento lineal (1) ha llevado a pensar que la Reforma de 1918 -el movimiento de la Reforma, la corriente de ideas que inauguró la Reforma, el reformismo– fue un hecho en el tiempo pasado y nada más, sin consecuencias en su propio presente y en el nuestro; o que en su devenir, ha sido un proceso en una sola dirección y sentido, sin modificaciones en el tiempo, sin contradicciones internas, sin altibajos ni agachadas, y que resulta un todo listo y acabado que la historia nos legó ya empaquetado, distribuido racionalmente, a bajo precio y listo para consumir, por lo que no haría falta gastarse en pensarlo o repensarlo, ni habría necesidad de revisarlo y entenderlo en toda su profundidad y dimensiones.

Como hemos intentado explicar en algunas pocas páginas –escasas todavía por su complejidad para poder entenderlo-, aquel fue un hecho que trajo todo tipo de consecuencias a nivel académico, ideológico y político, no solo en la Universidad sino también en el país y en toda América Latina, que se desarrolló con muchos matices y contradicciones a través del tiempo y que hoy subsiste en sus herederos, con el ADN que nació a la vida. Dicha situación nos impulsa a profundizar la reflexión sobre ese particular fenómeno universitario, político, social, cultural e ideológico que surgió en la Docta de 1918, con “esa unidad de visión que imprime coherencia a los proyectos dispersos, y que si a veces olvida los detalles, también impide perderse en ellos” (2).

La Contrarreforma, de la que participaron incluso algunos de los impulsores de la Reforma, es un claro ejemplo de sus contradicciones en el tiempo, que aún persisten, seguramente hasta que un pensamiento integrador pueda explicarla y entenderla en su totalidad, y superarla y trascenderla en una nueva síntesis que rescate a su vez sus mejores frutos. Algunos le llaman la Reforma de la Reforma. Habría que explicitar sus contenidos.

 

La Contrarreforma

El cambio de gobierno y de orientación en 1922, con la presidencia de Marcelo T. de Alvear (también radical, pero ideológicamente distinto y distante a Hipólito Yrigoyen), dio cabida a los primeros atisbos de reacción antirreformista a nivel político y social, demostrando una vez más que no hay nada entre sus partes que pueda ser ajeno al Todo, y viceversa; y que en una Nación inconclusa –cuyos pleitos históricos fundamentales aún están por resolverse-, la historia se repite. Alvear se apoyó en los “galeritas”, el ala más conservadora del radicalismo, para constituir la corriente “antipersonalista” que combatía internamente al caudillo radical, bautizando con el nombre de “genuflexos” a los que se mantenían fieles al ideario democrático de Yrigoyen.

No es ajeno a ello que, junto a socialistas y conservadores, el nuevo gobierno lograra suspender el debate de la Ley de Previsión Social Nº 11.289, cuya promulgación era un objetivo primordial de su antecesor. Lo mismo sucedería con una parte sustancial de la legislación protectora de los trabajadores.

En un marco de prosperidad económica, alcanzada ya en el gobierno anterior (1916-1922) debido a la estabilidad de posguerra, al creciente comercio de exportación ultramarina y a la acumulación de oro en la Caja de Conversión, no obstante, la reacción social se acentuó y la contrarreforma se fue apoderando de todos los reductos conquistados en 1918, contradiciendo la idea de que la Reforma había venido a quedarse para siempre y podía subsistir así tras los muros que la protegían de la realidad política y social.

Rectores y profesores que debían sus puestos a la marea ascendente de la Reforma Universitaria –apunta el autor de Historia Crítica del Movimiento Estudiantil de Córdoba (3)- se plegaron a la nueva situación. Con su anuencia y la de algunos ex dirigentes estudiantiles, las universidades fueron intervenidas o recortada en ellas la participación del demos juvenil en su gobierno.

El nuevo gobierno y sus aliados conservadores de derecha e izquierda podían tolerar, por su falta de consecuencias prácticas inmediatas, la literatura y los ensayos filosóficos heterodoxos que habían surgido a tono con la rebelión estudiantil de 1918, pero no podían admitir el accionar democrático (igualador, inclusivo) y transformador concreto de los reformistas, que no respondían a ninguna de las ortodoxias dominantes.

A esa reacción antirreformista, que se daba a nivel del Poder Ejecutivo, Poder Legislativo, partidos del Régimen (como lo llamara Yrigoyen) y en la propia Universidad -sin contar el Poder Judicial, que desde la presidencia del Mitre forma parte del poder instituido (4)-, se sumó (con su efecto multiplicador y deformante) el apoyo acostumbrado de la prensa.

 

La contrarreforma puertas adentro

Entre los primeros indicios de la nueva situación a nivel universitario –intervención mediante-, si bien formalmente, en el papel (muy a tono con el doble discurso del liberalismo oligárquico), en Córdoba se mantenía la asistencia libre, la docencia libre, la renovación en los cargos directivos, la extensión universitaria, etc., pero sin embargo se retaceaba la participación democrática del estudiantado en el gobierno universitario.

A partir del “Estatuto Sagarna” (interventor en la Universidad de Córdoba y luego ministro de Instrucción Pública de Alvear), el Consejo Superior se compondría de ocho consejeros elegidos por los profesores titulares, tres por los suplentes y tres por los alumnos. No obstante se fijaban rigurosas condiciones de regularidad y materias aprobadas para que los estudiantes pudieran figurar en los padrones electorales para la Asamblea Universitaria (condicionalidad que era difícil de cumplir para los que ocupaban parte de su tiempo en la militancia reformista). Recuérdese que, según la normativa vigente, el claustro estudiantil sólo podía elegir a sus consejeros entre las filas del profesorado, que muchas veces dejaba de lado las aspiraciones e intereses específicos del estudiantado.

Después del proceso intervencionista y ante la elección de un nuevo Rector, el Dr. Antonio Sagarna se encargaría de aclarar al ponerlo en funciones, que “la participación del alumnado debe ser simplemente colaboradora desde el plano de relatividad que le marca su propia condición” y nunca “directora del gobierno y de la enseñanza” (Discurso del 2/7/1923).

Por su parte, el nuevo rector Ernesto Romagosa –acomodando su discurso a la nueva situación- consideraría que con su elección quedaban atrás cinco años “de crisis convulsivas”, durante las cuales se había “relajado la disciplina” y se había estimado más importante “la reivindicación de derechos que el cumplimiento fiel de los deberes”. Era el comienzo de la contrarreforma.

 

*Diplomado en Historia Argentina y Latinoamericana de la UNSJ y de la UNVM.

 

Notas:

(1) El pensamiento lineal –anti sistémico, anti dialéctico y a-histórico- no contempla las múltiples interrelaciones entre las partes de un conjunto, ni su permanente variación y contradicciones. Por ello su visión estática es insuficiente y causa de muchas falsas creencias. Así, pues, basado en el reduccionismo de las cosas a sus partes, es insuficiente para comprender la realidad.

(2) O. Paz. El laberinto de la soledad (2004). México D.F.: Fondo de Cultura Económica, pág. 164. Octavio Paz dice que esa era la visión que poseía José Vasconcelos, fundador de la educación moderna en México,  y contemporáneo y partidario del movimiento reformista nacido en la Argentina.

(3) R. Ferrero. Historia Crítica del Movimiento Estudiantil de Córdoba (1999). Córdoba: Alción Editora, pág. 26.

(4) E. N. Salcedo (2014). El destino histórico del Martín Fierro (“Poder Instituido y Política de la Historia”). Córdoba: Ediciones del CEPEN, pág. 69-71.


Imagen de portada: El presidente Marcelo T. de Alvear asume la presidencia el 12 de octubre de 1922.
Fuente: http://ucrdorada.blogspot.com.ar/2013/06/alvear-marcelo.html