Deodoro Roca y el ideario de la Reforma

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Fue de uno de los jóvenes que idearon la Reforma Universitaria de 1918, a la que caracterizó como “el movimiento espiritual más rico y más trascendente que haya agitado a la juventud de la América Latina desde la emancipación a acá”.

 

Por Elio Noé Salcedo*

Queda claro que la Reforma no solo trascendió físicamente los claustros universitarios, el territorio cordobés e incluso el territorio argentino, como hemos podido constatar, sino que también trascendió las cuestiones académicas o universitarias y representó la encarnación y actualización del pensamiento nacional en distintos campos.

Para empezar, aquella generación de la Reforma creía en el papel protagónico de América Latina en los nuevos destinos del mundo, que parecían abrirse con la hecatombe armada de 1914, la Revolución de Octubre en Rusia y la ruina de los viejos imperios multinacionales (Otomano, Austro-Húngaro y Prusiano), llamados “cárceles de pueblos”. La generación reformista, en el decir de Roberto Ferrero –gran estudioso de la Reforma-, “expresaba de un modo autónomo y local una etapa de ascenso histórico que abarcaba el país y el orbe entero casi” (1).

 

El ideal latinoamericano 

En respuesta a una encuesta de la Federación Universitaria Argentina (FUA) de 1936, Deodoro Roca caracterizaría a la Reforma como “el movimiento espiritual más rico y más trascendente que haya agitado a la juventud de la América Latina desde la emancipación a acá” (2). Esa percepción la había puesto de manifiesto en la proclama del 21 de junio de 1918, redactada por él: “Las nuevas generaciones empiezan a vivir en América… a suprimir los obstáculos que se oponen a la expansión de la vida en esta tierra” (3).

Un mes después de la gran manifestación estudiantil, en la Clausura del 1º Congreso de la Federación Universitaria Argentina en Córdoba, Roca hacía una advertencia muy clara respecto a la situación anterior al grito de junio: “Andábamos entonces por la tierra de América sin vivir en ella” (4).

Consecuente con ese pensamiento, que resulta un verdadero programa político, cultural y educativo, propugnaba: “Volvernos hacia la contemplación de la propia tierra, y hacia la de nuestros hermanos: ‘adentrarnos’ en nosotros mismos y encontrar los hilos que nos atan a nuestro universo en las fuerzas que nos circundan y que nos llevan a amar a nuestro hermano, a labrar nuestro campo, a cuidar nuestro huerto, a dar de nosotros todo lo que los demás piden…” (5).

En esa línea había sintetizado el espíritu nacional de sus primeros años como ideólogo de la Reforma, diferenciando el “patrioterismo” de los conservadores, del espíritu patriótico de la nueva generación que miraba a los ojos tanto el presente como el futuro. “Los patrioteros –dirá- son patriotas de serenata, de lira y de endechas…”. No aman realmente la Patria: “No le dan obras; le dedican odas” (6). “No es tradición sino fetichismo. No es la de andar, sino la de estarse quieto en un punto que la historia ha borrado” (7). En cambio, “los patriotas comprenden y respetan la tradición, pero todo su esfuerzo va hacia la Nación viva, la que en torno de ella trabaja, produce, piensa y sufre. Son los que fomentan sin descanso esos bienes supremos que hacen dulce una patria: Ciencia, Trabajo, Justicia” (8).

La cultura oficial ha debido situar a Deodoro Roca en “los márgenes de la cultura” para poder aceptarlo, sobre todo por su antiimperialismo explícito. Por eso debemos entender el patriotismo latinoamericano de Deodoro como una prolongación natural de su nacionalismo (que como él bien decía, “estaba en las provincias”) y de su antiimperialismo inicial.

 

“Imperialismo invisible”

En “Imperialismo invisible”, artículo que aparece en “El difícil tiempo nuevo” (1956), libro que rescata parte de sus artículos, conferencias y discursos, Roca pone en evidencia la naturaleza del imperialismo en los países semicoloniales, es decir en los países no dominados o subyugados directamente por las armas imperiales. Allí advierte que el “imperialismo invisible” es “más trascendente y más peligroso” que el otro, pues “casi no necesita de expansiones territoriales… no emplea ejércitos ni armadas, pero hunde su garra en la entraña vital de los pueblos… Es más comercial que territorial, más económico que político… En él fueron maestros los ingleses y aprovechados discípulos los norteamericanos” (9).

Sin duda, no hay en Deodoro Roca la menor ingenuidad ideológica ni política, y ese pensamiento debe ser considerado también como patrimonio de la herencia reformista.

Con esa misma lucidez intelectual denunciaba en su Tesis doctoral a la “Doctrina Monroe”, caracterizándola como la máscara que utiliza Estados Unidos para disfrazar “una imperiosa necesidad política y económica” que “siempre merodeó en las vecindades” (México, Santo Domingo, Panamá, Nicaragua, Malvinas). Lo mismo piensa del “panamericanismo”, tras el que ve “los tentáculos de la plutocracia omnipotente obstinada en considerar a la América hispana como feudo remunerador” (10).

Pero junto a las denuncias de la amenaza imperialista, siempre está, como en José Martí y como en Manuel Ugarte, la propuesta de unidad latinoamericana: ésta, condición para poder defenderse y librarse de las garras de aquella.

En 1925 escribirá “Los (latino) americanos debemos pensar más en América (Latina) interpretada como unidad ideal y menos en atizar sus querellas internas” (11). A su juicio, “los pueblos latinoamericanos” requerían, “no una anfictionía política, como soñaba Bolívar, sino una anfictionía económica de naciones latinoamericanas, ahorrando en su raíz toda tentación imperialista” (12).

En definitiva, más cerca de Bolívar que de él mismo en 1936, Deodoro sustentaba en la década del ‘20 la misma concepción de “un pueblo continente” y las mismas razones defensivas y auto propulsivas de su desarrollo que sostenían otros líderes continentales de la Reforma, desde Haya de la Torre al forjista Gabriel Del Mazo, sin cuya concreción, como anotará Enrique Rivera, “toda renovación universitaria no tiene sentido” (13).

 

Los intereses creados

En su gran discurso de clausura del 1º Congreso de Estudiantes de la FUA, Deodoro Roca explicará con claridad las tareas que, en su opinión, correspondían a la juventud estudiosa: “Los intereses creados en torno de los mediocres, fruto característico de nuestra civilización –dirá entonces-, son vastos. Hay que desarraigarlos, operando desde arriba la revolución… Y yo tengo fe en que para ésta y para muchas más tan altas como ésta, viene singularmente preparada nuestra generación. En palabras recientes he dicho que ella trae una nueva sensibilidad, una posición distinta e inequívoca ante los problemas universales de la cultura… Donde quiera que esta juventud ensaya algo, se advierte ya la presencia del espíritu” (14).

En 1931 escribía: “Toda revolución, todo progreso es, al cabo, un desplazamiento de intereses” (15).

De eso se trataba. Con el desplazamiento de Yrigoyen en 1930, se había producido un desplazamiento de intereses, no percibido por la juventud universitaria, que ahora, después de haber apoyado el golpe, era acosada y encarcelada por la policía uriburista, intervenida sus Universidades y anuladas muchas de sus conquistas de 1918, siendo arrojadas también al bando de los vencidos (16). No sería la última vez que la juventud universitaria se equivocaría. Tampoco sería la última vez que apoyaría un golpe de Estado antipopular, haciéndole el juego a los intereses creados.

Ya en pleno desarrollo la Década Infame (1930-1943), aunque había calificado al Gral. Uriburu como “un general victorioso, incorrupto, idealista” y había justificado reiteradamente el golpe militar de 1930, Deodoro reconocerá en 1931 –al pasar de victimario a víctima de ese doloroso deja vu de la historia argentina-: “Todo vuelve. Todo el pasado –lo más ominoso del pasado- – vuelve. Y compuesto con la máscara repulsiva de su fealdad. Todo vuelve. Lo que se creía muerto, lo que se decía muerto, ¡vuelve!” (17).

En 1935 acertará al definir el nefasto golpe contra el caudillo popular: “Septiembre de 1930 no fue una revolución; fue una destitución ordenada por el capitalismo monopolista. Los intereses extranjeros, los mismos que ahora están operando exitosamente con los señorones criollos, favorecieron las condiciones propicias. Necesitaban una subordinación más eficaz. Gentes más sumisas y más competentes también. Gentes que estuviesen más al tanto de la Economía Colonial…” (18).

Al año siguiente, pondría en evidencia los fundamentos de un régimen que quería perpetuarse a través del fraude: “Los salvadores se convirtieron en opresores. La minoría audaz que había llegado a la revolución y al gobierno carajeando y puteando al fraude radical de Córdoba, envuelta en túnicas de virtud, anuló las elecciones adversas del 5 de abril de 1931 y vivió, en adelante, del fraude. Se organizó para el fraude. Vive todavía del fraude. Y lo ampara con la violencia” (19).

Deodoro emigraría hacia posiciones de izquierda más abstractas y menos encarnadas en el proceso vivo de la historia, pero el ideario de la Reforma trascendería el tiempo, a pesar de repetirse amargamente –una y otra vez-, hasta hoy, el ciclo de revolución y contrarrevolución en nuestra historia, que impide la realización de la Universidad en una Patria plenamente realizada.

 

*Diplomado en Historia Argentina y Latinoamericana de la UNSJ y de la UNVM.


Notas

(1) Ferrero R. A. Deodoro Roca y la parábola del pensamiento reformista, 2005, Córdoba: Ediciones del CEPEN, pág. 9.

(2) Roca D. El drama social de la Universidad, 1968, Córdoba: Editorial Universitaria de Córdoba / Eudecor (1968), pág. 83.

(3) Manifiesto Liminar del 21 de junio de 1918, redactado por Deodoro Roca.

(4) Roca D. “La Nueva Generación Americana” (Discurso pronunciado en la Clausura del 1º Congreso de la FUA en Córdoba, el 31 de julio de 1918), en El drama social de la Universidad, pág. 25.

(5) Ídem, pág. 22-24.

(6) Roca D. “Somos la voluntad de la Nación” (Discurso de campaña en 1931), en El difícil tiempo nuevo (1956). Editorial Lautaro, Colección Pensamiento Argentino, pág. 89.

(7) Roca D. “La Reforma en 1932”, en Prohibido Prohibir (1972). Ediciones La Bastilla, pág. 75.

(8) Ferrero R. Ob. Cit., pág. 32.

(9) Roca D. “Imperialismo invisible”, en El difícil tiempo nuevo, pág. 178 y 180.

(10) Ídem, pág. 182.

(11) Ídem, pág. 183.

(12) Ídem, pág. 190.

(13) Rivera E. La Reforma Universitaria (1954). Ediciones Atahualpa, pág. 11.

(14) Roca D. Ob. Cit., pág. 27.

(15) Roca, “Juventud y Servidumbre” (1931), en Ob. Cit., pág. 67-68.

(16) Ferrero R. Ob. Cit., pág. 43.

(17) Roca D. “Sí, pero no” (1931), en Ob. Cit., pág. 92.

(18) Roca D. “El canto de las sirenas” (1935), en Ob. Cit., pág. 118.

(19) Roca D. “La inmensa minoría” (1936), en Ob. Cit., pág. 152/153.