Crónicas de un nacimiento anunciado

Comparte

La revolución de mayo es el acontecimiento propicio para explicar y entender que la patria que nacía, no era la que hoy conocemos como nuestra Patria Chica (la Argentina) sino la Patria Grande de los soldados de José de San Martín, O’Higgins, Artigas, Sucre y Bolívar, por nombrar algunos.

 

Por Elio Noé Salcedo*

No caben dudas de que la Revolución de Mayo es un acontecimiento para celebrar; aunque también, este nuevo aniversario resulta propicio para explicar y entender que la patria que nacía, no era la que hoy conocemos como nuestra Patria Chica (la Argentina) sino aquella Patria Grande por la que dejarían sus huesos y su sangre en el campo de batalla los soldados de José de San Martín, Bernardo de O’Higgins, Gervasio de Artigas, José de Sucre y Simón Bolívar, por nombrar a nuestros máximos héroes suramericanos.

En efecto, la Junta Gubernativa de 1810 en Buenos Aires no respondía a un sentimiento porteño, bonaerense o solo de las poblaciones que integraban el Virreinato del Río de la Plata, sino que era un sentimiento y una voluntad que se venía gestando desde años anteriores, por causas externas e internas y en toda la extensión del territorio americano desde México a Tierra del Fuego.

Su antecedente más cercano en el tiempo y a la vez más lejano en el espacio, era la creación de Juntas Populares en toda España, en respuesta a la invasión del territorio español por parte de Francia y del cautiverio de Fernando VII en Bayona (1808). A la Junta Central de Sevilla (de España e Indias) son invitados a participar delegados de toda Nuestra América, en tanto, a su vez, las Juntas se replican en toda América hispánica.

En efecto, en todo el territorio americano se erigen Juntas Gubernativas Revolucionarias que, ante la acefalía real y la resistencia de los americanos al absolutismo monárquico, transformarán aquella revolución contra el invasor francés y el rescate del monarca español, en revolución independentista. En forma progresiva, la independencia se verificaría en distintas fechas y lugares de Nuestra América, según las circunstancias y el avance de la guerra continental contra España.

 

Las Juntas Revolucionarias en la América Criolla

Se destacan en orden cronológico las siguientes Juntas Gubernativas o Revolucionarias de Nuestra América:

  1. Junta de Montevideo: el 21 de septiembre de 1808, liderada por Francisco Javier de Elío;
  2. Junta de Chuquisaca: el 25 de mayo de 1809, que desconoció al Virrey Liniers del Río de la Plata;
  3. Junta Tuitiva de La Paz: el 16 de julio de 1809, presidida por el patriota Pedro Domingo Murillo;
  4. Junta de Quito: el 9 de agosto de 1809, liderada por una mujer: doña Manuela Cañizares y Quiroga Morales;
  5. Junta de Caracas: el 19 de abril de 1810, que nombró teniente general de las tropas caraqueñas al patriota Francisco de Miranda;
  6. Junta de Buenos Aires: el 25 de mayo de 1810, presidida por el potosino Cornelio Saavedra y secundado por los porteños Mariano Moreno y Manuel Belgrano;
  7. Junta de Nueva Granada: el 20 de julio de 1810 en Santa Fe o Cundinamarca; a partir de la Junta de Santa Fe, se crean las Juntas de Bogotá, de Cartagena y de Santa Marta, que el patriota Antonio Nariño pretende coordinar y/o unificar en un Estado Federal;
  8. Junta de Chile: el 18 de septiembre de 1810, que preside Mateo de Toro Zambrano y a su fallecimiento Juan Martínez de Rozas Correa (mendocino);
  9. Junta de Zitácuaro en Nueva España (México);
  10. Junta Rebelde de Paraguay.

 

Del Grito de Dolores a la Junta de Zitácuaro

En la noche del 15 al 16 de septiembre de 1810, luego de haber sido descubierta la conspiración de Querétaro, el cura Miguel Hidalgo Costilla -conocido como el «Generalísimo de las Américas»- y los capitanes Ignacio Allende y Juan Aldama incitan a la población de Dolores a levantarse en contra de las autoridades del Virreinato de la Nueva España, al grito de ¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Abajo el mal gobierno! ¡Viva Fernando VII! Este acontecimiento es conocido como el «Grito de Dolores» y considerado como el inicio del proceso de independencia en México.

No obstante, el cura Hidalgo es capturado, llevado prisionero a la ciudad de Chihuahua y  fusilado el 30 de julio de 1811. Al mes siguiente, mientras otro cura revolucionario seguidor de Hidalgo, el Libertador José María Morelos, combate en el Sur, Ignacio López Rayón, secretario de Miguel Hidalgo y lugarteniente de Morelos, convoca a las fuerzas insurgentes a constituir en la ciudad de Zitácuaro, Michoacán, la “Suprema Junta Gubernativa de América” o “Suprema Junta Nacional de América”. La junta ofrece gobernar Nueva España (México) en nombre de Fernando VII mientras los franceses se mantengan invadiendo la Metrópoli, y organizar los ejércitos para proteger «la justa causa y libertar a la patria de la opresión y yugo que ha sufrido por espacio de tres siglos” (1).

A fines de ese mismo año de 1811, el Libertador Morelos emite un Documento por el que se dispone, entre otras cosas, que en adelante ya no se llamará a los hijos del país indios, mulatos ni castas sino todos generalmente americanos (2). En 1815 es aprisionado Rayón y fusilado Morelos, y con ellos aniquilada también provisoriamente la defensa de los pueblos originarios (de antes y de entonces), cuya causa defendían todos los patriotas americanos, entre ellos Bolívar, San Martín, O’Higgins y Artigas.

Sin embargo, como dijera Pedro Domingo Murillo –patriota altoperuano ejecutado en la plaza de La Paz en 1809-, la tea de la causa americana estaba encendida y ya no se apagaría más.

 

La Junta Rebelde de Paraguay

Reunido en Asunción, el Congreso Paraguayo elige su propia Junta de Gobierno el 14 de mayo de 1811, después de que los guaraníes derrotaran al representante de la Junta Central de Buenos Aires, don Manuel Belgrano. El problema para los hermanos paraguayos no era el general Belgrano sino el despotismo portuario, aliado al comercio inglés, que más tarde les haría pagar cara su autonomía económica e industrial. En junio, el Congreso decreta que “en lo sucesivo, todo americano, aunque no sea nacido en esta provincia, quedará enteramente apto para obtener y ocupar cualquier cargo o empleo…” (3).

El 20 de junio de 1811, el Congreso paraguayo envía el siguiente mensaje a la Primera Junta de Buenos Aires: “La confederación de esta provincia, con las demás de nuestra América y principalmente con las que pretendía la demarcación del antiguo Virreinato, debe ser de interés más inmediato… como pueblos, no solo de un mismo origen, sino que, por el enlace de particulares y recíprocos intereses parecen destinados por la naturaleza misma a vivir y conservarse unidos”, por lo que, “la voluntad decidida” del Paraguay no es solo para conservar una recíproca amistad sino también para “formar una sociedad fundada en principios de justicia, equidad y de igualdad” (4).

Pocos años después, el Dictador Supremo Gaspar Rodríguez de Francia, que había estudiado en la Universidad de Córdoba de Tucumán, donde se doctoró en Derecho Civil y Canónico, renuncia a un acuerdo con la Corte de Río de Janeiro para “no ser desleal a la causa común”, que no era la “libertad de comercio” como sostenía el delegado de Concepción sino “la libertad de América” (5).

Después de Ayacucho (1824), el paraguayo Coronel Bogado, al frente del glorioso Regimiento de Granaderos a Caballo, regresa a Buenos Aires con solo siete sobrevivientes. Era el corolario de 15 años de combates por la libertad americana (6). Así entendían también la causa común los paraguayos que integraron los ejércitos sanmartinianos y dejaron más de cuatro mil cadáveres en los campos de Sudamérica, desde San Lorenzo hasta la gran batalla que nos dio la independencia definitiva.

*Diplomado en Historia Argentina y Latinoamericana de la FFHA de la UNSJ y de la UNVM.

Notas

1- Ferrero. “De Murillo al rapto de Panamá. Las luchas por la unidad y la independencia de Latinoamérica (1809-1903)”. Editorial Imago Mundi, Buenos Aires, 2015, pág. 3.

2- A. Ramos. “Historia de la Nación Latinoamericana”. Publicación del Honorable Senado de la Nación, 2006, pág. 389.

3- “América Latina: hacia la integración”, Caracas, 1980, pág. 196 (Citado por Ferrero en Ob. Cit., pág. 3).

4- Ídem, pág. 195 (Citado por Ferrero, pág. 4).

5- Julio César Chávez. “El supremo dictador”. Ediciones Atlas, Madrid, 1964, pág. 257.

6- Ferrero, Ob. Cit., pág. 4.


Imagen de portada: «La Revolución de Mayo», óleo de Francisco Fortuny. Pintor español – argentino (1865–1942). Fuente: Wikipedia