Cruce de los Andes: tras los pasos del General San Martín

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El Cruce no hubiera tenido lugar sin los objetivos políticos y geo-estratégicos del genio de San Martín, sostiene el autor de este texto.

Por Elio Noé Salcedo*

Sin duda, el Cruce de los Andes es la expresión más alta del genio militar del General José de San Martín, solo comparable con las proezas de Aníbal y Bonaparte al trasponer los Alpes y caer sobre Italia  (1). Pero el extraordinario cruce no hubiera tenido lugar sin los objetivos políticos y geo-estratégicos –la causa continental– que esas hazañas militares perseguían, y que todavía hoy siguen pendientes de consecución.

En San Martín –unido en espíritu y actividad a Francisco Miranda, Simón Bolívar, Bernardo O’Higgins, Bernardo Monteagudo, Juan José Castelli, por nombrar algunos de sus correligionarios del partido americano– se sintetizaba el alma de una causa y la idea de una Nación, que no era otra que “toda la extensión de América”, como la definía su cófrade, amigo y permanente colaborador en Chile y Perú, Bernardo de Monteagudo (2).

Dicho espíritu y pensamiento político, sin embargo, no puede entenderse hoy con ojos “argentinos”, “chilenos”, “peruanos”, “uruguayos” o “venezolanos”. Por el contrario,  sólo es posible hacerlo con la visión mega nacional de los contemporáneos de aquella época gloriosa de nuestra historia, que las exigencias cruciales de nuestra época hacen necesario retomar, remontándonos a las fuentes.

Con gran conocimiento de causa y compromiso con ella, en septiembre de 1815, desde Jamaica, el propio Simón Bolívar, miembro como San Martín de la Gran Reunión Americana, comentaba así la campaña libertadora de ese año en el Alto Perú: “El belicoso estado de las provincias del Río de la Plata ha purgado su territorio y conducido sus armas vencedoras al Alto Perú (hoy Bolivia) conmoviendo a Arequipa e inquietando a los realistas de Lima. Cerca de un millón de habitantes disfrutan allí su libertad” (3).

La acción bélica contra los realistas en el Alto Perú (que luego se verificaría inconducente para la libertad de América toda, y apuraría la opción por Chile, y por Chile a Perú), tenía su antecedente en los movimientos patrióticos de 1809 protagonizados por Pedro Domingo Murillo en La Paz (con la fundación de la Junta Tuitiva, Primera Junta Revolucionaria de América) y Bernardo Monteagudo en Chuquisaca. Al paceño le costaría la vida ese mismo año. Al tucumano, con más suerte, en 1825.

Es a Murillo -frente al patíbulo levantado en la plaza pública- a quien pertenece aquella frase fundacional de la guerra por la Independencia de toda América: “Compatriotas (y se dirigía a todos los americanos), yo muero, pero la tea que dejo encendida nadie la podrá apagar”.

Por su parte, la proclama que Monteagudo redactó para aquel 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca (un año antes de la revolución en Buenos Aires) expresaba: Hasta aquí hemos tolerado esta especie de destierro en el seno mismo de nuestra patria, hemos visto con indiferencia por más de tres siglos inmolada nuestra primitiva libertad al despotismo y tiranía de un usurpador injusto que degradándonos de la especie humana nos ha perpetuado por salvajes y mirados como esclavos. Hemos guardado un silencio bastante análogo a la estupidez que se nos atribuye por el inculto español, sufriendo con tranquilidad que el mérito de los americanos haya sido siempre un presagio cierto de su humillación y ruina (4).

En línea con el pensamiento que había acordado con Juan José Castelli en el Alto Perú antes de la derrota de Huaqui, siendo ahora su jefe San Martín, como delegado de Mendoza, Monteagudo propondría en el Congreso Constituyente de 1813 (Asamblea del Año XIII) la abolición de los tributos a los indios; la eliminación de la Inquisición; la supresión de los títulos de nobleza y de los instrumentos de tortura, entre otras medidas. Recordemos que con San Martín habían derrocado al Primer Triunvirato rivadaviano y establecido el Segundo Triunvirato que convocó a la famosa Asamblea de aquel año también histórico.

El pensamiento de San Martín era coincidente con el de su vecino de la Provincia Oriental Gervasio Artigas. En una de sus proclamas diría el correntino: «Esta  es la primera bandera que se ha levantado en América… Toda América unida en identidad de causas, intereses y objeto, constituye una sola nación”. Por su parte, el líder de la Liga Federal o Unión de los Pueblos Libres (integrada por Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, Misiones y la Provincia Oriental) había dicho: “La independencia no debe conducir a separar del gran todo que debe ser la  patria americana a ninguno de los pueblos… La libertad de América forma mi sistema”.

El mismo origen, la misma convivencia histórica por tres siglos y la misma lucha por la independencia y la unidad los unía, más allá de la extensión y las distancias, más allá de las disensiones internas, que hoy está de moda poner en primer plano, olvidando el sentido común –colectivo, nacional- que sustentaba y sustenta la causa americana.

En mayo de 1816, en carta a Tomás Godoy Cruz –uno de los representantes de la Provincia de Cuyo al Congreso de Tucumán junto al mendocino Juan Agustín Maza, los sanjuaninos Francisco Laprida y Fray Justo Santa María de Oro, y el representante por San Luis Juan Martín de Pueyrredón- el entonces Gobernador de Cuyo y máximo organizador del Ejército de los Andes le decía: “Los Americanos de las Provincias Unidas no han tenido otro objeto en su Revolución, que la emancipación del mando del hierro español y pertenecer a una Unión… Seis años contamos de revolución y los enemigos victoriosos por todos lados nos oprimen: falta de jefes militares y nuestra desunión son las causales. ¡Y se podrán remediar!” (5).

La alta mira del general San Martín está expresada también en carta al Gral. O’Higgins del 18 de diciembre de 1826 desde Bruselas, que ratifica los objetivos políticos de su gran Campaña: “En el período de 10 años de mi carrera pública, en diferentes mandos y estados, la política que me propuse seguir fue invariable en dos solos puntos… la de no mezclarme en los partidos que alternativamente dominaron en aquella época en Buenos Aires, a lo que contribuyó mi ausencia de aquella capital por el espacio de nueve años (1814-1824). El segundo punto fue el de mirar a todos los Estados americanos, en que las fuerzas de mi mando penetraron, como Estados hermanos, interesados todos en un santo y mismo fin” (6).

La opinión satisfactoria de Bernardo de Monteagudo respecto a la controvertida entrevista de Guayaquil resume el resultado del encuentro, y confirma los objetivos políticos-militares coincidentes entre el Ejército del Norte (Bolívar) y el Ejército del Sur (San Martín), porque allí se convino “asegurar la independencia sudamericana, abrir el camino para la pacificación interior de los pueblos y uniformar la opinión política continental” (7). Ese había sido, y es –de llevarse a su concreción definitiva-, el magno y magnánimo sentido del Cruce de los Andes.

 

*Diplomado en Historia Argentina y Latinoamericana de la FFHA de la UNSJ.

Notas

1- Horacio Videla. Historia de San Juan. Tomo I, Cap. VII, pág. 436.

2-Bernardo de Monteagudo. “Ensayo sobre la necesidad de una Federación general entre los Estados hispanoamericanos y plan de su organización”.

3- Simón Bolívar. Nuestra Patria es América. Carta de Jamaica. Editorial Punto de Encuentro, 2012, pág. 54.

4- https://es.wikipedia.org/wiki/Bernardo_de_Monteagudo

5- Norberto Galasso. América Latina. Unidos o Dominados. 2008. Carta a Tomás Godoy Cruz del 24/05/1816. Ediciones Instituto Superior Dr. Arturo Jauretche, 2008, pág. 45.

6- Ídem. Carta a Bernardo O’Higgins del 18/12/1826, pág. 48.

7- https://es.wikipedia.org/wiki/Bernardo_de_Monteagudo