Los tres descubrimientos de América

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En este texto, Elio Noé Salcedo expone que la historia de «descubrimientos» y conquistas comenzó mucho antes de la llegada de los españoles, a través de siglos en el que América fue siendo descubierta y poblada por sucesivas migraciones llegadas en distintos momentos de su prehistoria.

Por Elio Noé Salcedo*

Primer descubrimiento

Hay quienes aluden con acierto al descubrimiento de América no como un hecho puntual (como lo hace la historia escolar) sino como un proceso a través de siglos en el que América fue siendo descubierta y poblada por sucesivas migraciones llegadas en distintos momentos de su prehistoria (desde 40.000 años a.C. hasta la llegada de Colón), fenómeno histórico del que existen dos grandes teorías: la del poblamiento temprano y la del poblamiento tardío.
Ciertamente, la historia de descubrimientos y conquistas había comenzado mucho antes de la llegada de los españoles, por lo que al solo efecto de simplificar ese proceso inicial de cientos y hasta miles de años lo denominaremos el primer descubrimiento de América.
“Nada más natural que así sucediera –refiere Roberto Ferrero, historiador latinoamericano de origen cordobés, a quien consultamos-. Lo extraordinario hubiera sido –apunta Ferrero- que nadie arribara a ella, siendo como era una tan larga barrera continental que de polo a polo se interponía entre los extremos de la gran masa terrestre euroasiática que, como el perro de la fábula, trataba de morderse la cola encorvándose alrededor de la redondez del planeta”, sobre todo “considerando que los vientos alisios conducen directamente de Europa y África a nuestra América”**.
Al respecto, los estudios varían en señalar a los primeros pobladores de América como originarios de Mongolia o Siberia, a través del estrecho de Bering o Puente de Beringia (“corredor de hielo” que unía los dos continentes durante la glaciación); otros señalan el poblamiento de América del Sur a través de la Antártida desde Australia, por lo que variarían los rasgos más mongoloides de unos y más australoides de otros; y hay quienes conciben dentro de ese primer proceso de descubrimiento, migraciones desde África e incluso desde la antigua Europa.
Roberto Ferrero habla de centenares de embarcaciones –llevadas en Oriente por la corriente de Kuro Shiva y la de California, o por la Contracorriente Ecuatorial, y en Occidente por los vientos alisios o por las tempestades del Atlántico Norte-, que llegaron durante siglos a las costas de América por el Este y el Oeste (al Norte, al medio y al Sur del continente).
También habría existido la posibilidad material de que los cartagineses lo hicieran antes de la batalla de Zama que destruyó Cartago (202 a.C.). Después de todo, tras dos mil años de experiencia náutica heredada de los fenicios, eran eximios navegadores, y la marina cartaginesa llegó a ser la más famosa y grande de la antigüedad.
“En primer lugar –entiende Ferrero-, tenían la experiencia naval requerida y sus naves, algunas al menos -y contrariamente a la idea común de que el tonelaje fue creciendo con los siglos- eran en muchos casos mucho más grandes que las galeras que utilizó Colón quince siglos después. En segundo lugar, la distancia entre la costa africana de Sierra Leona -hasta la que los cartagineses habían descendido- hasta el extremo norte de Brasil era relativamente reducida: unos 3.000 kilómetros. Finalmente, las corrientes marítimas pueden conducir a las naves directamente a estas tierras cuando los navíos se colocan -por azar o a designio- en medio de ellas. Existen pruebas más que suficientes de que esto se ha efectuado, empezando por la arribada forzosa de Cabral a Brasil en 1550”. “Lo extraño sería –dice Ferrero citando a Jaime María De Mahieu-, que a lo largo de los siglos durante los cuales buques europeos navegaron más allá de las Columnas de Hércules, jamás uno de ellos hubiera sido arrojado, con sus tripulantes, a algún lugar de la costa americana”.
No obstante, como reconoce el mismo Ferrero, la ruta de los cartagineses quedaría anulada por la destrucción de la patria de Aníbal a manos del imperio romano (146 a.C.), y contrariamente a los cartagineses, los romanos –que eran esencialmente una potencia terrestre cuya expansión se dio costas adentro-, comenzó la expansión de su comercio marítimo de larga distancia en dirección al Este, o sea hacia la India e Indochina. Más tarde, la invasión de los pueblos bárbaros y la posterior del Islam arrinconaron a la civilización europea en el interior del Continente y mató el comercio mediterráneo. La Europa mediterránea no volvería a ser una potencia marítima hasta el despertar mercantil de las ciudades-estado de Italia y del norte de la Alemania hanseática, medio milenio más tarde. Hasta entonces, América quedaría lejos de su horizonte.
Finalmente, se da por cierto que los vikingos, siguiendo la lógica de su expansión al Oeste, llegaron a América propiamente dicha -“Vinlandia”- en 992, año en que Leif Ericson pone el pie en Terranova.

 

Segundo descubrimiento

Pues bien, bloqueado por los turcos en 1453 el desarrollo hacia el Este (por la toma de Constantinopla y la caída del Imperio Romano de Oriente), el segundo descubrimiento de América “no fue un suceso extraordinario acaecido sorpresiva e imprevistamente, sino la culminación deslumbrante de un atrevido proceso de avances de la burguesía mercantil en dirección al Oeste” (Ferrero, 2006). En efecto, debido al “cerrojo puesto por Mahomet II al antiguo “Mare Nostrum” de los romanos” y la clausura del “Camino de las Especias”, ello empujó a las naciones de Europa occidental “a buscar otras rutas para llegar a las islas de las Especerías” (Ferrero, 2006) ***.
Como todo descubrimiento, este segundo descubrimiento también llevaría a la inevitable conquista, tal como había sucedido hasta entonces entre otros pueblos del orbe e incluso entre los diversos pueblos del primer descubrimiento.
Aparte de que la esclavitud y la servidumbre ya existían en América a la llegada de Colón, una muestra de que la violencia propia de la conquista o de la disputa de poder no era privativa de los españoles es la que se daba al llegar los españoles: en el Cuzco, el Imperio Inca estaba inmerso en la guerra civil entre Huáscar y Atahualpa por la sucesión del trono. Huáscar, apoyado por los sacerdotes de Cuzco en la guerra civil, pudo capturar a Atahualpa, pero éste escapó y sus tropas (a Atahualpa lo apoyaba el ejército inca de Ecuador) tomaron Cuzco e hicieron una purga de los nobles que habían apoyado a Huáscar. La purga incluyó la panaca (toda la descendencia) de Tupac Inca, que había estado muy unido emocionalmente a la rama de la familia de Huáscar, cuya panaca fue también exterminada, en tanto la momia de Tupac Inca (símbolo de sus ancestros) fue quemada.
La segunda conquista, producto del segundo descubrimiento, traería las consecuencias de toda conquista, pero a pesar de los atropellos, los despojos y la subyugación del pueblo conquistado, los pueblos originarios de Nuestra América no serían aniquilados como los pueblos precolombinos de Norteamérica, y a pesar del “cataclismo demográfico” que padecerían (en gran número producto del contagio de enfermedades incurables, como sostiene Tzvetan Todorov en “El descubrimiento de América. El problema del otro”, 2014), no obstante sobrevivirían en grupos minoritarios a lo largo y ancho de Suramérica (salvo en Bolivia donde son mayoría). Asimismo, no dejemos de subrayar que, antes de que eso ocurriera, se había producido desde el mismo momento del segundo descubrimiento un intenso proceso de mestizaje biológico y cultural que es el origen y la razón de ser del pueblo latinoamericano.

 

Tercer descubrimiento

Ni vida ni mestizaje, y ni siquiera integración económica en condiciones de esclavitud o servidumbre para los pueblos originarios, es lo que sucedería en la América anglosajona, hoy la más interesada en explotar las diferencias y diversidad de etnias y culturas en Nuestra América (dividir para reinar), actitud y conducta que no reconoce nuestra identidad macro nacional producto del fabuloso proceso de mestizaje genético y cultural que caracteriza, desde México hasta Tierra del Fuego, el gran continente-nación que hoy reconocemos –Caribe incluido- como LATINOAMÉRICA.
Es por eso que sostenemos -más allá de la inevitabilidad de los dos primeros descubrimientos y sus consecuencias buenas y malas-, que hace falta concretar el tercero y definitivo descubrimiento de América, es decir, de nosotros mismos los latinoamericanos, que incluya a todos los nacidos en estas tierras, más allá de su sangre, cultura local, religión, lengua originaria, etc., sin dejar de tener en cuenta la identidad adquirida durante siglos, que nos convierte en un colectivo común –merecedor de su plena realización histórica- al que hemos dado en llamar LATINOAMÉRICA, nuestra GRANDE Y MISMA PATRIA.

 

*Diplomado en Historia Argentina y Latinoamericana de la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes de la UNSJ (2015).
** Entrevista personal al historiador cordobés.
*** R.A. Ferrero. “De Morelos a Morales. 12 miradas latinoamericanas”. Ediciones del CEPEN, Córdoba, 2006.

Imagen de portada: Drakkar vikingo, «barco dragón», de acuerdo al manuscrito Northumbrian (siglo X). Fuente: Vicente Pistilli http://losvikingosenamerica.blogspot.com.ar