Shopping electoral: deme dos, por favor

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Escribe: Rodrigo Tejada | Estudiante avanzado de la carrera Abogacía – FACSO – UNSJ. Miembro del Estamento Alumnos del Consejo Superior.

En pocas semanas miles de sanjuaninos y millones de argentinos seremos convocados a vivir la fiesta de la democracia. Todos los preparativos se vienen orquestando desde hace un rato largo. Fastuosas campañas que van desde paredes mal pintadas hasta gigantografías con la cara semi sonriente de un candidato (que en una frase nos quiere convencer de lo que puede hacer en cuatro años) pasan a decorar nuestras calles. Ha llegado el momento en el que el ciudadano común y corriente vuelve a tener el poder real de decidir si quiere continuidad, cambio, continuidad con cambio, cambio con continuidad, o si simplemente -y en el peor de los casos- no quiere nada.
De todos modos lo importante aquí es visualizar con la menor oscuridad (subjetividad) posible qué clase de ser humano nos encontraremos haciendo política. Y no hablo del dirigente sino más bien del candidato. Porque ser dirigente y ser candidato son carriles que no siempre se cruzan. Si todos los dirigentes fueran candidatos, las PASO habrían logrado su propósito, que no es otro que la democratización de la política. Pero así como no todos los dirigentes son candidatos, no todos los candidatos son dirigentes. Y ahí es donde las elecciones pasan a ser un espectáculo tan atractivo para un ciclo de filosofía como para un programa de la farándula, donde todo ese ir y venir de posibles postulantes procura transformar este juego de la democracia en el viejo y querido Cambalache. Nos adentremos entonces en esos grises que esbozan consciente o inconscientemente TODOS los participantes de la disputa.
Ya sea que Usted es de los que se levanta cantando la marcha peronista, de los que antes de dormir recuerda el discurso desde el Cabildo que diera Alfonsín o de los que en un arrebato revolucionario sacó a la Virgen de la gruta para poner un póster del Che, sepa que en estas elecciones la va a tener difícil.
Y no es con ánimo pesimista sino con un realismo apesadumbrado dado que las cartas están echadas y que nuestros candidatos poco hablan de ideas e ideologías pero mucho de una agenda cargada de virtualidad: no sólo en los medios sino en el diseño estructural de sus campañas. Y aunque no parezca, esa cita de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner que hablaba del país virtual versus el país real puede tener una aplicación lastimosa. Hay candidatos que han centrado su campaña en una red de marketing político que tiene como medidor el uso efectivo de las redes sociales. Anuncios publicitarios que transforman al candidato en un producto que es necesario consumir y a nuestro dispositivo electrónico en el changuito con el que uno va de compras. No importa entonces qué lo que piense, diga o haga, importa que se vea bien, tan bien como para que le den “Me gusta”. Y el dilema de la política devenida en empresa, es que los que dirigen esta última entienden que un like no es más que una voluntad cooptada momentáneamente mientras que más de un dirigente político cree que es una voluntad que va a durar hasta el 25 de octubre. Y ahí el país virtual triunfa sobre el país real: cuando los candidatos juegan a coleccionar “me gusta” mientras los ciudadanos necesitan acercar sus reclamos, sus ideas, sus propuestas, todas esas cosas que no entran en un me gusta.
La idea de un candidato puramente 2.0 es tan novedosa como mentirosa. La falsa creencia de un posible acercamiento entre el personaje y la persona, es un manifiesto gesto de demagogia que hace de un medio francamente útil un trampolín al vacío. Cualquier rivadaviense como quien escribe, ha visto en algún momento el anuncio en Facebook que localizado paga Mauricio Macri y que nos invita a “ser parte del cambio en Rivadavia”. Una fórmula presidencial integrada por dos porteños pretende hacernos creer que con ellos el cambio va a nacer en un pueblito del interior de la Argentina. ¿Absurdo no? Pero comercialmente necesario. ¿Es esto una “renovación” política o hemos caído en un concurso de maquillajes donde irónicamente gana el que mejor sepa usar photoshop? Los debates y actos multitudinarios han sido sustituidos por la adecuación de los candidatos al aprendizaje y uso de las nuevas tecnologías. En ese sentido corren con ventaja los repartidores compulsivos de globos quienes han logrado hacerse amos y señores del marketing comunicacional, superando ampliamente a los manotazos de ahogado al que apelan los partidos de izquierda -entre otros- que utilizan hasta el paint para alcanzar el piso electoral mínimo antes de declamar la proscripción consentida.
Siguiendo en la línea anterior, y tratando de no castigar con tanta firmeza la construcción de candidatos virtuales, hay que comprender que lo que podríamos llamar el fenómeno Obama a partir del cual se instaló la idea que Facebook nos puede hacer ganar la Casa Blanca no fue accidental sino absolutamente premeditado (era abrir un nuevo campo para los negocios). El actual Presidente de los Estados Unidos no es tal porque en 2008 haya sido un boom de Internet. Esa es una condición más que coadyuvó al proceso de su elección… pero no cercenemos lo sustancial y creamos que Petwith Obama (mascotas con Obama) puede ser un acceso directo a la sucesión de Franklin Roosevelt. Barack Obama llega después de la era Bush, bajo el ala demócrata y con la piel tostada. ¿Cómo resistirse a semejante combo digno de ser incluido en cualquier Cajita Feliz? Así entonces su habilidad comunicacional fue parte importante mas no vertebral de su arribo a Washington.
Miles de candidatos de la Argentina y el mundo se someten a ingresar a esa espiral comercial-comunicacional que ofrece todas las posibilidades de pago a cambio de pocas palabras. Porque la idea de que menos es más, no tiene nada que ver con el Minimalismo de Ad Reinhardt, sino con lo efímero e instantáneo de ese sub mundo (Facebook, Twitter, Youtube) donde la utilización de un eslogan suple cualquier contenido. Y eso puede ser muy peligroso.
San Juan y Argentina comienzan a ser parte de un proceso que debe entenderse como una bisagra. Interpretar la seriedad de un candidato tiene que ver con su exposición y trabajo como tal, si sólo es la cáscara del marketing y las redes sociales, pero no camina los barrios y las villas, o si en cambio es de los que comprende que ser 2.0 no es otra cosa que abrir una nueva ventana para acercarse a aquellas personas que pasan más tiempo deambulando en su dispositivo móvil que en su hábitat natural. De lo contrario, seguiremos teniendo un sinfín de hombres y mujeres exhibidos en vidriera (sino es que en góndolas y cerca de que se cumpla su fecha de vencimiento) que cuando se avecinan procesos electorales cotizan en oferta y con todos los medios de pago. Ahí entonces aprovechamos que ya tuvimos primarias y ahora se vienen las generales, que aún no decidimos quién nos convence más y nuestro odiado menemista interior nos hace escupir la tan mentada frase “deme dos, por favor”. Bienvenidos al shopping electoral, le agradecemos su compra, consuma tranquilo que no tiene devolución ni garantía. Lo esperamos en dos años de vuelta, mientras tanto que el Papa Francisco lo acompañe.

 

La imagen que ilustra esta nota pertenece a la muestra “Mundos posibles”, de la artista, creadora y docente de la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, Malena Peralta. La muestra se expuso en el Museo Tornambé, en septiembre de 2014. Ver más en Revista La Universidad